La alarma mediática empezó hace poco más de un mes, cuando varios usuarios los vieron pululando por los asientos del cine, grabaron vídeos y los colgaron en redes sociales. Después fue en los transportes públicos, en el metro de París y en algunos trenes de alta velocidad que gestiona la empresa SNCF. En los últimos días han sido dos escuelas. La proliferación de unos parásitos parecidos a los chinches en los espacios públicos en pocas semanas ha desatado la psicosis, sobre todo en la capital francesa.
La alarma ha llegado a la esfera política. La alcaldía de París ha pedido ayuda al Gobierno para erradicarlos y la diputada de La Francia Insumisa, Mathilde Panot, dice haber denunciado en ocasiones este problema: «Casi todos los diputados se han burlado de mí».
No es la primera vez que la capital francesa vive una oleada de estos bichos que se asocian al movimiento de las personas, se adhieren sobre todo a los tejidos (ropa, tapicerías, maletas) y de ahí van de un sitio a otro, a veces sin que el usuario se percate. De día, se esconden en los colchones y somieres, se alimentan de sangre humana. Vampirizan de noche. El afectado se da cuenta del problema cuando se ve las heridas en la piel.
Este problema ha afectado a uno de cada 10 hogares en Francia en los últimos años, según la agencia nacional de seguridad sanitaria (Anses, en sus siglas en francés). Hace unas semanas, varios usuarios colgaron en redes sociales vídeos en los que se veían unos bichos minúsculos en los asientos de salas de cine. La cadena afectada (UGC) reaccionó rápidamente, asegurando que toman medidas de desinfección en sus salas.
«Nos tomamos muy en serio la problemática de los chinches e invertimos masivamente desde 2017», señaló en un comunicado el grupo. Apenas una semana después, la alarma se extendió a los transportes. SNCF, la empresa responsable de la red, también dice no padecer este problema en sus líneas, a pesar de las denuncias de los pasajeros. Algunos han colgado imágenes en las redes sociales como X (antiguo Twitter) en las que se ven bichos correteando por los asientos del vagón.
La semana pasada, en un tren TGV (alta velocidad) que volvía de Marsella a París, un pasajero denunció al controlador la presencia de un parásito en su butaca. SNCF ha dicho que reembolsará el dinero del billete a todas las personas del vagón afectado. El ministro de Transportes, Clément Beaune, ha convocado a los operadores de transporte esta semana para valorar la situación y qué medidas tomar. «Para tranquilizar y proteger», ha dicho Beaune en X.
En una carta a la primera ministra, Élisabeth Borne, el número dos de la Alcaldía de París, Emmanuel Grégoire, ha pedido al Gobierno que se realicen acciones de lucha contra «las plagas», ante un «resurgimiento significativo» de los chinches en la capital. Inquieta su proliferación sobre todo en los transportes, a menudo demasiado saturados, lo que facilita la propagación del problema.
«El Estado debe reunir urgentemente a todas las partes afectadas para implementar un plan de acción a la altura de esta lacra, sobre todo porque toda Francia se prepara para acoger los Juegos Olímpicos y Paralímpicos en 2024«, dice la misiva. Añade que «los chinches son un problema de salud pública y debe estar declarado como tal».
Una escuela de Bagneux, en la región parisina, ha cerrado temporalmente después de que perros especializados en la detección de estos bichos constataran su presencia en las instalaciones educativas. El municipio ha lanzado una operación de desinfección. El problema no es sólo parisino. Otra escuela al norte de Lyon está clausurada por el mismo motivo. Algunos expertos han advertido que el origen de este problema «no es la falta de higiene, sino el movimiento de población».
Lo facilita, en cualquier caso, la compra de productos de segunda mano (en la capital, por ejemplo, abundan las tiendas de ropa usada, las vintage, que a veces se vende sin lavar). Los hogares se sienten desprotegidos: una vez instalados, los chinches son muy difíciles de erradicar. También es costoso, pues en la mayoría de los casos se requiere la presencia de un profesional. Hacerlo de manera doméstica es menos efectivo, pues algunos son resistentes a los insecticidas, y estos suelen ser tóxicos.
Según la agencia nacional de seguridad sanitaria, entre 2017 y 2022 los hogares franceses han gastado 230 millones de euros al año en tratar de expulsar este molesto insecto. Esta cifra incluye desinfecciones por parte de profesionales y el cambio del mobiliario afectado.
Por eso, la alcaldía de París exige que este problema se incluya como riesgo dentro de los seguros de hogar, obligatorios al alquilar una vivienda en Francia. De esta manera, los hogares más modestos quedarían cubiertos. La prensa francesa ha recogido estos días testimonios de afectados por este problema, que relatan el impacto psicológico que tiene, la impotencia que genera y el aislamiento social que implica. En muchos casos, la desesperación es tal que les obliga a cambiar de vivienda.