Egipto acude hoy domingo a las urnas para elegir al próximo presidente, en una votación con poco margen para sorpresas, en la que se espera que Abdel Fatah al Sisi pueda extender su mandato hasta 2030. Pese a la grave crisis económica que atraviesa el país y la inestabilidad provocada por la guerra en Gaza, al Sisi compite con la ventaja de tener una oposición política muy debilitada y una reforma constitucional que amplía la legislatura hasta seis años y le permite renovar un tercer mandato
La votación iniciada este domingo durará tres días, en los que unos 67 millones de egipcios están llamados a las urnas, de una población total de 104 millones. Si ninguno de los candidatos alcanza el 50% de los votos necesarios para conseguir la presidencia, los dos representantes más votados se enfrentarán a las urnas de nuevo en enero. Al Sisi, que ascendió al poder con un golpe de Estado contra el líder de los Hermanos Musulmanes, Mohamed Morsi, ganó luego las presidenciales del año 2014 y 2018 con aproximadamente un 97% de los votos. En los comicios actuales se espera que renueve su cargo en la primera vuelta, aunque también se predice un descenso de la participación, que ya cayó en las últimas elecciones, con el 41% de votos.
Represión
Su década en el poder está marcada por una gran represión contra todo el espectro político considerado opositor. Grupos de derechos humanos han denunciado la detención de decenas de miles de activistas, políticos y simpatizantes tanto de partidos islamistas como liberales.
Human Rights Watch y Amnistía Internacional han denunciado casos de tortura y largos períodos de detención sin juicio, junto con graves restricciones a la libertad de prensa. A medida que se acercaban las elecciones presidenciales, grupos de derechos denunciaron intentos del Estado de intimidar o frenar la candidatura de cualquier político que fuera percibido como una amenaza para Al Sisi. Es el caso de Ahmad Tantawi, candidato de izquierda que presentó su propuesta el pasado mayo. Tantawi asegura que recibió amenazas para retirar su candidatura, que finalmente cayó en saco roto.
La Autoridad Electoral Nacional egipcia negó que ningún candidato haya sido acosado. Sin embargo, Amnistía Internacional ha denunciado desde octubre al menos 196 personas han sido detenidas por participar en protestas, terrorismo o por difundir supuestas noticias falsas sobre los comicios. El periodista egipcio en el exilio Hossam el-Hamalawy, señaló en un artículo para la Iniciativa de Reforma Árabe que Al Sisi ganará los comicios no por su popularidad o por mejoras económicas, si no por el control que ejerce sobre las instituciones. «El tan temido aparato de seguridad ya ha eliminado a cualquier candidato serio», escribe.
Incertidumbre
La votación se produce en un momento de gran incertidumbre económica, debido a la deuda de 29.000 millones de dólares que arrastra el país, junto con una inflación de cerca del 40% que ha mermado la economía de los hogares. A eso se le añade una devaluación de la moneda local, que ha perdido más de la mitad de su valor respecto al dólar desde principios de 2022, provocando que se note aún más el aumento de precios en el mercado. Precisamente la situación económica es la preocupación del principal candidato opositor, Abdel Sanad Yamama, que encabeza el partido liberal Wafd con el lema «Salvar a Egipto».
Yamama promete mejorar la economía del país y reformar el sistema legal para evitar tantas interferencias del poder ejecutivo. El candidato promete regresar a los mandatos de cuatro años y que ningún presidente pueda renovar su cargo en más de dos ocasiones. Por otro lado, el hombre de negocios con varias empresas turísticas, Hazem Omar, es otro de los candidatos. Omar fue senador y es percibido como un candidato proSisi ya que nunca se le ha escuchado una crítica al actual presidente.
Por último está el candidato socialdemócrata Farid Zahran, una figura destacada en los movimientos de izquierda de los años 70, aunque es percibido como un actor cercano a los servicios de seguridad del país y al actual mandatario. Zahran quiere frenar los proyectos en infraestructuras del actual presidente para poder mejorar otros activos económicos que tengan un mayor impacto en la vida diaria de los egipcios.