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La República Checa sorprendía en el tablero geopolítico hace unos días cuando planteaban desde este pequeño país centroeuropeo tener la solución para la necesidad urgente de munición que acusa Ucrania en su defensa frente a la ilegal guerra de agresión rusa. Desde Praga se organiza la compra masiva en los mercados internacionales de obuses de artillería que necesitan los militares ucranianos.
La iniciativa checa, que busca la adquisición de hasta 800.000 obuses para Ucrania hasta finales de este año, ha sido aplaudida por muchos y en ella ya han confirmado su participación grandes países europeos como Alemania. Sin embargo, Praga no cuenta en esto con el apoyo de dos tradicionales aliados checos. A saber Hungría y Eslovaquia, los otros dos integrantes junto a Polonia y la República Checa del Grupo de Visegrado, foro internacional que reúne a esos países centroeuropeos.
Este jueves se daban cita en Praga los ministros de Exteriores de estas cuatro naciones en el que era el primer encuentro de los jefes de la diplomacia del Grupo Visegrado desde finales de 2022. El encuentro sirvió para evidenciar que Hungría y Eslovaquia son naciones a considerar al margen del consenso europeo en lo que respecta a la ayuda militar a Ucrania.
Así, el ministro de Asuntos Exteriores húngaro, Péter Szijjártó, recordaba este jueves que la política de su país consiste en no contribuir en el envío de armamento al país de Volodimir Zelenski. Esta política no va a cambiar pese a la aceptación que haya podido generar en Occidente la iniciativa checa de compra de obuses para Ucrania. «Nuestra posición es conocida y no hay necesidad de cambio», decía Szijjártó en la rueda de prensa de los ministros de Asuntos Exteriores del Grupo Visegrado.
Una posición idéntica es ahora la de Eslovaquia, país que se ha desmarcado de la política occidental de apoyo a Ucrania con la vuelta al poder del socialdemócrata prorruso Robert Fico. Encargado de confirmar ese giro este jueves en la reunión del Grupo Visegrado era el ministro de Asuntos Exteriores de Fico, Juraj Blanár. «No vamos a proveer más armas a Ucrania, porque este conflicto no tiene una solución militar», afirmaba Blanár en la rueda de prensa junto a Szijjártó y sus homólogos de Polonia, Radoslaw Sikorski, y de la República Checa, Jan Lipavsky. «No vamos a sumarnos a la iniciativa checa», añadía Blanár.
Como maestro de ceremonias, Lipavsky presentaba la reunión como un encuentro en el que hubo un «diálogo franco, algo que necesitamos en estos momentos». Pero su mensaje sobre la necesidad de avanzar en el «apoyo militar a Ucrania» sólo parecía calar en el jefe de la diplomacia polaca.
Así, Sikorski, cuyo país se ha sumado a la iniciativa checa de compra de munición de artillería para Ucrania, resumía así el «franco diálogo» del que hablaba el maestro de ceremonias: «Hemos reafirmado lo que los países anunciaron ya en la Asamblea General de la ONU; que la invasión rusa es una guerra de agresión, que es una guerra injusta y que Ucrania tiene derecho a su independencia y la inviolabilidad de sus fronteras«. En su intervención, Sikorski también reconocía que, en el Grupo Visegrado, si se puede estar de acuerdo en eso, también hay diferencias en el «qué hacer al respecto».
Seguramente sabedores de que Hungría y Eslovaquia tienen otra visión del conflicto con Rusia, Lipavsky y Sikorski protagonizaban un encuentro bilateral en la víspera de la cita de este jueves para se hablar de «temas importantes», incluido «el multidimensional apoyo para Ucrania».
Según explica a EL MUNDO Zsuzsanna Vegh, analista del think tank German Marshall Funden Berlín, el encuentro de Praga fue «útil» para Polonia y la República Checa, países que «han decidido avanzar más juntos en el apoyo a Ucrania». Para ella, «el Grupo Visegrado está dividido en temas estratégicos como son Ucrania y la agresión rusa y cómo lidiar con la situación». «Ahora tenemos más división entre Polonia y la República Checa, por un lado, y Hungría y Eslovaquia por otro», concluye.