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  • Foro Un frente global contra las dictaduras: «Los tiranos cooperan entre ellos, ahora lo haremos nosotros»
  • Represión Cumbre mundial de activistas contra las dictaduras: «Todos compartimos el sueño de ser libres»

«Que España entienda que este cáncer se está extendiendo por el mundo». Las palabras del boliviano Zvonko Matkovi, actual presidente de la Asamblea Legislativa de Santa Cruz, pusieron colofón a la primera jornada del foro Rostros de la Tortura, organizado en Madrid por el movimiento prodemocracia World Liberty Congress (WLC). Activistas, familiares y exprisioneros políticos de Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia unieron sus voces, convencidos de que sólo juntos se puede enfrentar a las autocracias que «trabajan articuladas, aprenden entre ellas, política, militar y económicamente. También con la represión. Las tácticas para perseguir, encarcelar, torturar y matar son las mismas», desveló el ex preso político venezolano Leopoldo López, anfitrión del encuentro.

«Las democracias vienen perdiendo terreno en el planeta: siete de cada 10 personas viven hoy bajo regímenes autocráticos«, calculó el líder de Voluntad Popular, cuya sede en Amazonas fue atacada en las últimas horas.

López desmenuzó las herramientas que usan y se prestan las dictaduras del planeta para mantenerse en el poder. Unas dictaduras que además están de fiesta, tras el nuevo triunfo electoral de Vladimir Putin, celebrado por todo lo alto por sus aliados latinoamericanos. «Ha triunfado nuestro hermano mayor, está triunfando en todos los frentes de batalla. Son buenos presagios», se ufanó Nicolás Maduro tras darse a conocer los resultados de unas «votaciones ejemplares», como añadió Daniel Ortega.

Ante la impunidad de los regímenes, el WLC y sus invitados apostaron por el desafío frontal. Nada más entrar a la sala de exposiciones levantada para la ocasión aparecen las cadenas de mano de las distintas revoluciones, los «rostros de la tortura». «Los derechos humanos no tienen fronteras, no pueden ser defendidos en las islas de país», añadió López antes de recordar el hito histórico ocurrido en febrero, cuando la Corte Penal Internacional tomó la decisión de continuar la investigación sobre los delitos de lesa humanidad de Venezuela y designar a tres juezas para ello.

Javier El Hage, de Human Rights Foundation, distinguió los distintos regímenes, definiciones que tantas controversias han producido en el pasado. Nicaragua, «convertida por Ortega en una cárcel», como aseguró el ex prisionero político Lesther Alemán, es una dictadura que camina hacia el totalitarismo, empeñada la pareja presidencial Daniel Ortega/Rosario Murillo en parecer la Corea del Norte del continente.

Cuba y Venezuela son dictaduras, regímenes autoritarios completos. Mientras a Bolivia, que mantiene entre rejas a la ex presidenta Jeanine Áñez y a varios dirigentes opositores de primera línea, como Luis Fernando Camacho y Marco Antonio Pumari, se la considera un régimen híbrido con cierta fachada democrática.

Uno de los primeros en sufrir en su propio cuerpo «a la autocracia escondida en una democracia» fue el propio Matkovíc, acusado de terrorismo por un fiscal que acabó huyendo de Bolivia para denunciar que se trataba de un caso montado desde el poder, que le llevó a la cárcel durante ocho años. «Bolivia no tiene la repercusión mediática de otros países», insistió, pese al fraude electoral promovido por Evo Morales en 2019. La semana pasada el país andino recibió al Grupo de Puebla (GP), empeñado en mitigar los efectos de la guerra fratricida puesta en marcha entre las facciones del presidente Luis Arce y del ex mandatario Morales. La delegación del GP, que reúne a dirigentes izquierdistas, populistas, revolucionarios y algún progresista, estuvo encabezada por el ex presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, y la vicepresidenta chavista, Delcy Rodríguez. El GP ha abierto sus puertas, de par en par, a la dictadura de Cuba y Venezuela, a las que defiende desde el primer día de su puesta en marcha.

Terribles torturas

Si un caso hace patente la violación de derechos humanos en Bolivia, ése es el del líder cocalero César Apaza, torturado con tal saña que ha quedado paralítico. «Depende de otros presos para alimentarse, incluso para cambiar de pañal. Todo ello sin medicamentos», comprobó en su celda la activista Jhanisse Vaca Daza.

También «experto en torturas» es Luis Zúñiga, dirigente de la Asamblea de la Resistencia Cubana, tras 19 años en las prisiones de su país. «Torturan porque necesitan establecer el terror en la sociedad, torturan a quienes tienen la osadía de protestar o rebelarse. Las cárceles son tan importantes porque necesitan el control a perpetuidad», precisó Zúñiga.

Tanto Zúñiga como Javier Larrondo, presidente de Prisoners Defenders, sumaron un dato tras otro sólo unas horas después de la última gran revuelta en las calles de Santiago de Cuba y Bayamo, ambas al oriente de la isla. Cientos de ciudadanos se lanzaron a las calles para gritar por el hambre y los constantes apagones que afectan al país, incapaz de superar su crisis sistémica.

Con 1.067 prisioneros políticos, Cuba encabeza el ranking de presos en el continente, por delante de los 267 venezolanos, entre los que destacan seis con nacionalidad española, cuatro mujeres y dos hombres. La última incorporada a la lista es la reputada activista Rocío San Miguel, implicada sin pruebas en una nueva supuesta conspiración contra Maduro.

Según los cálculos de Molly de la Sota, presidenta de Familias de Presos Políticos Militares, el chavismo ha denunciado 35 «conspiraciones», que sirven después como justificación para encarcelar a dirigentes, militares o familiares. Una persecución que ha roto fronteras en las últimas semanas, tras el secuestro, ejecución y entierro bajo una capa de cemento del teniente rebelde venezolano Ronald Ojeda, que contaba con estatuto de refugiado político en Chile.

«Tenemos miedo a la represión transnacional. Con la muerte del teniente Ojeda han querido dejar un mensaje para todos nosotros: el mundo no es seguro para nadie«, sentenció De la Sota.

Los presentes en el acto recibieron las palabras finales de la luchadora venezolana con una mezcla de estupor y de indignación, pero con la decisión tomada de enfrentar con todas sus fuerzas a las autocracias continentales, pese a que la comunidad internacional sea «ciega, sorda y muda», como aclaró la activista nicaragüense Alexa Zamora, una de las 300 personas a las que Ortega arrebató su ciudadanía, en lo que a todas luces ya es un conflicto global entre democracias y dictaduras.