El Papa Francisco ha lanzado este sábado una severa crítica a Francia en su segundo día de visita en la ciudad de Marsella. si ayer dio un discurso con un mensaje a favor de la inmigración e invitó a Europa a acoger a los ilegales que cruzan el Mediterráneo e integrarlos, este sábado ha hilado más fino. El Sumo Pontífice ha criticado el modelo de asimilación que sigue Francia con los inmigrantes, al considerar que «no tiene en cuenta las diferencias, es rígido en sus paradigmas, hace prevalecer la idea sobre la realidad» y además «compromete el futuro, aumentando las distancias, provocando guetos, hostilidad e intolerancia».
Lo ha dicho apenas unos minutos después de haber sido recibido por el presidente, Emmanuel Macron, y poco antes de reunirse con él. En apenas una frase, en la que no ha citado explícitamente a Francia pero que ha sido contundente, el Sumo Pontífice ha sacado a relucir las grietas del modelo de integración que tiene el país, donde, por ejemplo, se prohíben los signos religiosos en las escuelas. El mismo donde los ciudadanos de origen inmigrante (la mayoría franceses nacidos en el país pero cuyos padres o abuelos emigraron de las ex colonias galas) se agrupan desde hace décadas en las barriadas periféricas de las ciudades, las llamadas banlieue. Los guetos a los que hacía referencia el Papa.
Francia considera que las personas que llegan de fuera han de adaptarse a las leyes del país que les acoge. Impera, además, el valor de la laicidad, que defiende que la religión no debe interferir en el funcionamiento de la sociedad. Por ello, no se permiten signos religiosos en las escuelas, por ejemplo. Es un esquema opuesto al de Reino Unido, que sigue un modelo de integración donde se permiten los vínculos con los países de origen. Las alumnas musulmanas sí pueden llevar velo a las clases.
Las palabras del Papa llegan cuando Francia está en pleno debate sobre la laicidad y sus límites, sobre todo después de que el Gobierno francés haya prohibido en las escuelas la abaya, la túnica típica de algunos países musulmanes. Considera que va contra este principio, que es uno de los pilares de la República. En Francia hay un 10% de población musulmana.
«Es cierto que no es fácil integrar, pero el criterio principal no puede ser el mantenimiento del bienestar de uno mismo», dijo Francisco, que destacó: «La integración es dolorosa, pero clarividente«. Sus palabras son una denuncia también al discurso de la ultraderecha francesa, que agita desde hace tiempo el fantasma del miedo e incluso critica al Gobierno por ser demasiado laxo a la hora de regular los flujos.
Francisco ha pronunciado este discurso en el cierre de los encuentros del Mediterráneo, una serie de reuniones con obispos y fieles de distintos países. El Papa aceptó clausurarlos en Marsella, una ciudad multicultural que sí considera un ejemplo de integración: Es un «mosaico de esperanza», dijo ayer. Desde el principio dejó claro que acudía «a Marsella, no a Francia».
Pese al rapapolvo, Macron se había esforzado por darle una calurosa bienvenida. Le recibió esta mañana en el Palacio de Pharo y recorrió con él unos metros, cogidos del brazo. Ambos se han reunido durante una media hora. El contenido no ha trascendido, aunque la migración ha sido uno de los temas centrales. Macron le ha obsequiado con dos libros, uno de ellos una primera edición de una obra de Albert Camus (L’été) que habla precisamente sobre un periplo por varios países del Mediterráneo.
El Mediterráneo, ese mar de encuentro, de unión entre países que, sin embargo, se ha convertido en «un cementerio» de personas que huyen de sus países y tratan de cruzar al otro lado, según el Sumo Pontífice. En la última semana han llegado a la isla italiana de Lampedusa más de 10.000 ilegales y Europa debate qué hacer con ellos. Francia ya ha dicho que no los acogerá, sólo a aquellos que reúnan los requisitos de refugiados.
Emmanuel Macron asistirá esta tarde a la misa del Papa en el Velódromo de la ciudad, el estadio donde juega el Olympique de Marsella, uno de los enclaves que mejor muestran la multiculturalidad de la ciudad. La asistencia del presidente a este evento religioso ha sido polémica y criticada por la oposición, que considera que va en contra del principio de laicidad. El Elíseo defiende que Macron acude, no como católico, sino como jefe de Estado que recibe a otro jefe de Estado.