Se ha hecho de rogar pero finalmente la erupción volcánica que los geólogos islandeses esperaban desde el 11 de noviembre comenzó en la noche del lunes. A las 22.17 horas, la lava comenzaba a brotar tras abrir el magma en la península una fisura que en estos momentos tiene unos cuatro kilómetros de longitud. Una hora antes, a las 21 horas, un enjambre sísmico -un conjunto de terremotos- preludiaba la erupción.
A sólo cuatro kilómetros de la zona de la erupción se encuentra la ciudad de Grindavík, convenientemente desalojada hace semanas por las autoridades islandesas, habituadas a lidiar con frecuencia con los volcanes pues, como explica el geólogo José María Cebriá Gómez, científico titular del Instituto de Geociencias (IGEO), «Islandia es una isla volcánica, prácticamente todo su territorio lo es porque está situada en un hotspot o punto caliente sobre la dorsal del centro del Atlántico, que es donde se están separando las placas entre América, Europa y África».
Se trata de «un punto muy particular, de actividad constante. Continuamente sube material magmático que va separando las placas, por lo que normal es que haya erupciones con relativa periodicidad. Y por eso es una isla supervigilada en la que se monitoriza la actividad sísmica de continuamente», explica el geólogo en entrevista telefónica.
Según ha informado la Oficina Meteorológica de Islandia (MET), que es la que se encarga de las erupciones volcánicas, las mediciones sísmicas y el GPS muestran que la intensidad de la erupción comenzó a disminuir apenas cuatro horas después de su inicio. Sin embargo, aclaran que «el hecho de que la actividad ya esté disminuyendo no es una indicación de cuánto durará la erupción, sino más bien de que está alcanzando un estado de equilibrio. Este desarrollo se ha observado al comienzo de todas las erupciones en la península de Reykjanes en los últimos años», señala este organismo islandés. Durante las dos primeras horas, el volcán vomitó cientos de metros cúbicos de lava por segundo, dando lugar a las espectaculares imágenes.
Si la lava fluye hacia el sur, podría afectar tanto a las viviendas e infraestructuras de la desalojada ciudad de Grindavík como a una central de energía geotérmica pero de momento la lava no se dirige hacia allí. «La centrales térmicas inyectan agua y otros líquidos en profundidad para que se calienten y generar electricidad con el calor. Para mejorar la eficiencia se suele mezclar el agua con algún material inflamable, que suele almacenarse cerca de la central. Pero si la erupción sigue como hasta ahora, no creo que cause problemas en la planta», señala Cebriá.
Coincide Stavros Meletlidis, geólogo del Instituto Geográfico Nacional (IGN), que cree que si la erupción continúa así no afectaría directamente a la central, aunque ve posible que la acción del magma genera un estrés en la roca y haya que cambiar la configuración de la central para el futuro.
Una erupción fisural
El enjambre sísmico previo a la erupción, explica Cebriá, está relacionado con el ascenso de magma, pues los geólogos son capaces de distinguir los seísmos vinculados a los volcanes de los otros terremotos. «Pero pese a que se sabía que el magma estaba en ascenso y que posiblemente iba a ser una erupción fisural, como ha ocurrido, no se podía predecir cuándo iba a tener lugar la erupción y si se iba a producir finalmente, porque el magma podría no haber ido a más».
Desafortunadamente, explica Cebriá, la vulcanología no es como la meteorología y no hay datos suficientes para realizar una predicción precisa: «Podemos tener indicios de que va a haber una erupción pero no que la garanticen. Y aunque la actividad está disminuyendo, también sabemos que eso no significa que vaya a terminar, como ocurrió en La Palma.
«Nunca sabes cuándo va a ocurrir una erupción, porque influyen muchos factores, no sólo si hay magma. En Islandia, obviamente, hay mucho porque además está a poca profundidad. A mucha menos que en Canarias, donde tiene que subir 15 kilómetros o má. Y el magma por naturaleza es vago, si no encuentra facilidades no sube. En Islandia, además, llevan dos meses con sismicidad que ha roto la corteza y a generado varias fracturas», apunta desde Tenerife Stavros Meletlidis, geólogo del Instituto Geográfico Nacional (IGN), que añade que «las primeras 24-72 horas son críticas para ver cómo se va a comportar un volcán, aunque todo indica que se trata de una erupción clásica islandesa, de fisuras».
Cenizas volcánicas
Desde que en 2010 la erupción del volcán islandés Eyjafjallajökull provocara columnas de ceniza que alcanzaron los 11 kilómetros de altitud y obligaron a cerrar el espacio aéreo en buena parte de Europa, cada vez que hay una erupción en ese país surge el temor sobre si podría de nuevo causar un caos aéreo. De momento, los expertos consultados consideran que no hay indicios de que pueda generar altas columnas de ceniza, y creen que lo más probable es que los problemas que cause en el espacio aéreo sean locales. «Es una erupción de tipo basáltico, relativamente tranquila y con carácter poco explosivo. De momento, esta erupción está siendo bastante menos explosiva que la del Eyjafjallajökull», señala Cebriá.
La erupción actual y la de 2010, explica, «son bastante parecidas pero en la de ahora la actividad es mucho más efusiva, lo que quiere decir que tiene fuentes de lava bastante grandes pero no tiene un componente explosivo muy grande, que es lo que pasó con el Eyjafjallajökull, que provocó que expulsara cenizas a gran altura. Por eso, aunque no podemos predecir cómo va a ser esta erupción y qué características va a tener, podemos aventurarnos y afirmar que posiblemente no vaya a haber problemas como en 2010. La producción de cenizas es habitual en los volcanes islandés, no es algo raro y ha ocurrido siempre pero normalmente los problemas que causa en la aviación tienen un efecto local».
El magma que hay en Islandia, explica Meletlidis, «es de tipo basáltico, como el de Canarias, pero mucho más fluido porque viene del manto y apenas tiene tiempo para cambiar, y es ese cambio lo que proporciona el gas. De momento, no tiene gas suficiente para fragmentar el magma y generar explosiones y cenizas al fragmentar». Pero además, recuerda, «en 2010 se generó mucha ceniza porque entonces se daba también la interacción entre el magma y el agua, cuando los mezclas puedes tener un problema de explosividad dependiendo de la cantidad de agua que haya».
Compra el proceso con una sartén de aceite hirviendo. «Si viertes un litro de agua no pasa nada, pero si echas una cucharada de agua, el aceite saltará. Por eso la interacción del magma con agua no siempre da lugar a una fase explosiva, tiene que habar un ratio de 3-1, tres partes de magma y una de agua, aproximadamente. Ahora mismo no hay un acuífero somero ni un glaciar como sí lo había en 2010. El calor del magma derretía el hielo y se generaban esas explosiones que provocaban esa columna eruptiva. Pero de nuevo, no sabemos aún si va a haber más gas en esta erupción».
El geólogo griego asegura que están abiertos todos los escenarios. «Podría seguir bajando la explosividad, y estar así durante días, semanas o meses. Pero también puede ocurrir que haya más sismicidad superficial o aumente la presión porque encuentre un pequeño acuífero no muy profundo y haya más explosividad».