El horror y la muerte se ha convertido en el día a día de los 2,3 millones de habitantes de Gaza desde el ataque de Hamas a Israel. Unos 30 cooperantes extranjeros de Médicos sin Fronteras ayudan a la población palestina y tratan de salvar vidas mientras intentan también poner a salvo la suya. EL MUNDO entrevista por teléfono al único español que presta servicio en este equipo, Raúl Inciertis, un valenciano de 40 años que hasta ahora no había visto la muerte tan cerca, a pesar de haber trabajado en Afganistán y más destinos de riesgo.
Pregunta. ¿Cómo es la situación que se vive ahora en Gaza?
Respuesta. Es una situación horrible porque la calle no es un lugar seguro en absoluto. Aquí no hay ningún lugar seguro. La población está siendo bombardeada sin previo aviso. Y a veces suenan las alarmas y a los pocos segundos oyes los aviones y empiezan a caer las bombas.
P. ¿Dónde está el personal de Médicos sin Fronteras?
R. Hasta el martes yo estaba en un piso con otros nueve compañeros, pero la situación era insostenible. El sábado, tras los ataques de Hamas, empezaron a caer las bombas israelíes, algunas a 300 metros de nuestra casa. La noche del lunes al martes fue pavorosa: cada ocho o 10 minutos caían bombas. Nunca he escuchado nada como los gritos de horror de los niños de los pisos de al lado cada vez que explotaba una bomba y temblaba todo el edificio. El martes, nos trasladaron [a los 30 trabajadores extranjeros de Médicos sin Fronteras] al sótano del edificio de la ONU para el desarrollo de Palestina. Dormimos en colchones en el suelo con otros cooperantes y trabajadores de Naciones Unidas. Estamos más seguros. Pero es un alivio frustrante porque la población de fuera no está a salvo y sigue muriendo.
P. ¿Cuál era su trabajo aquí antes?
R. Soy anestesista y trabajaba atendiendo a heridos de bala de los francotiradores israelíes del muro en el hospital de Al Awda. Cada día, muchos hombres y jóvenes iban al muro que construyó Israel para arrojar piedras a la pared y a los soldados israelíes. Ellos responden disparando a los tobillos de los palestinos para mutilarles. En el hospital, hacíamos operaciones de cirugía ortopédica, amputaba piernas o las reconstruíamos. Nos llegaban entre cinco y ocho heridos de bala al día.
P. ¿Y cuál es su labor ahora?
R. Ahora no nos permiten salir del sótano donde estamos. Desde aquí preparamos equipos de material sanitario para los hospitales de Gaza, como el de Al Shifa, el más grande e importante, que nuestros colaboradores locales reparten en los pocos momentos en los que las cosas parece que están tranquilas.
P. Gaza sufre ahora un corte de suministro de luz general y un bloqueo de todo tipo de materiales. ¿Cómo es la situación en los hospitales?
R. La situación es terrible. Nadie está a salvo en Gaza: cuatro hospitales se han visto afectados por los efectos de los bombardeos. Hasta 18 ambulancias han sido destruidas o dañadas por la bombas; en principio no son objetivo, pero pueden serlo si atraviesan una zona que sufre un ataque. Y han muerto, que sepamos, seis sanitarios. Sabemos que se están planteando no llevar a los enfermos en ambulancias porque no son seguras en absoluto. En los hospitales ya no tienen luz y trabajan con los generadores de gasoil de que disponen, pero en el hospital principal, Al Shifa, queda combustible solamente para dos días. El personal médico trabaja 24 horas sin parar y están exhaustos. Por último, se les están acabando los equipamientos sanitarios, el suero, las medicinas… que tratamos de suministrarles nosotros.
P. ¿No es posible que den además otro tipo de asistencia médica?
R. Estamos explorando la posibilidad de desplazar a equipos médicos a los hospitales públicos pero, de momento, por los constantes bombardeos, no podemos hacerlo. Hay mucho riesgo en el propio recorrido. Si la situación se calma, estudiaríamos hacerlo.
P. ¿Cómo se enteró del ataque de Hamas del sábado?
R. Estaba viendo las noticias en el móvil y un compañero me lo confirmó. Enseguida, empezamos a escuchar los avisos de bombas y comenzaron a caer los proyectiles sobre toda la ciudad. Algunos, a 300 metros del piso de Médicos sin Fronteras. He vivido bombardeos en otras zonas de conflicto, pero para nada es como aquí: primero escuchas venir los aviones, luego el impacto de las bombas. Los edificios tiemblan como que se van a caer. Te tiembla la cabeza. todo el cuerpo…
P. ¿Nunca había vivido nada así?
R. Es lo peor que he vivido nunca. Y sé que es lo peor que voy a vivir. Tienes la sensación de que todo se puede derrumbar y destruir sobre tu cabeza en un minuto. Y eso ocurre con cada bomba. Los gritos de los niños son pavorosos, viven en un infierno permanente, a veces con bombardeos cada ocho minutos…
P. Sólo lleva 12 días en Gaza, pero ¿conoce a alguien que haya muerto o que haya perdido a seres queridos?
R. ¡Sí, sí! Un trabajador del Ministerio de Sanidad de Gaza que colaboraba a diario con nosotros ha muerto en los bombardeos. El jefe de Logística de Médicos sin Fronteras en Bélgica ha perdido completamente su casa… Parte del personal local de Médicos sin Fronteras ha muerto, está cuidando a familiares heridos o ha perdido a seres queridos.
P. ¿Está a salvo en el edificio de la ONU?
R. Aquí sientes como que te han salvado la vida, cierto alivio. Pero ese falso alivio viene acompañado por una sensación muy frustrante: los cooperantes locales con los que trabajo a diario, todo el mundo está fuera. Y todos tienen familias, ojos, boca, corazón, hijos… Y no están a salvo. Nadie lo está ahora en Gaza.
P. ¿Qué salida ve a la situación actual?
R. La única salida es que Israel abra corredores humanitarios. Médicos sin Fronteras está clamando para que lo haga y para que la población civil y los niños puedan huir hacia Egipto. El recorrido que hicimos de nuestra casa aquí fue breve, pero pude ver edificios destruidos, coches incendiados, manzanas arrasadas… No pueden dejar a toda la población aquí encerrada sin poder salir.
P. ¿Cuántos españoles hay en Gaza?
R. Estamos sólo tres españoles: una cooperante de la Cruz Roja local, otro chico que no sé dónde trabajaba y yo. El cónsul de España, Ignacio, ha creado un chat de Whatsapp y cada día nos pregunta cómo estamos.
P. Todo lo que relata es asfixiante. ¿Si pudiera, saldría ahora del país?
P. Eso no es posible porque depende de la voluntad de Israel y ha dicho que aquí no va a entrar nada y que nadie va a salir. Los pasos fronterizos han sido bombardeados y están cerrados. En el caso de que se abriera ese corredor, podríamos ir a Egipto. Pero también es importante que estemos aquí para que alguien cuente lo que está pasando en Palestina.
Los hospitales de Gaza están a punto del colapso por el corte eléctrico
Rodeados de escombros y destrucción, los hospitales de la Franja de Gaza están al borde del colapso en medio de un corte eléctrico general que se suma a la escasez de materiales, medicinas y personal médico, comprometiendo la atención de los más de 5.000 heridos en el enclave palestino.
«Nuestra capacidad está al límite y sólo podemos intentar mantener las vidas de los heridos», dijo a Efe el doctor Medhat Abás, portavoz del Complejo Médico Al Shifa, el hospital más grande de la ciudad de Gaza.
Desde que el movimiento islamista Hamás -que gobierna de facto en la Franja- sorprendió a Israel el sábado pasado con un ataque sin precedentes por tierra, aire y mar, el Ejército israelí ha contraatacado con incesantes bombardeos sobre 2.687 objetivos, muchos de ellos estructuras milicianas, pero también viviendas, mezquitas y otras instalaciones civiles.
La compañía eléctrica del enclave cortó el suministro de electricidad este miércoles a las 14:00 horas (11:00 GMT), pues a la única planta de la Franja se ha quedado sin combustible.
Al enclave solo le quedan 300.000 litros de combustible, que cubren apenas 10 horas de luz, y que de momento reserva hasta que Israel acepte que Egipto mande combustible por el paso de Rafah, por lo que el corte de luz podrá prolongarse varios días
Este racionamiento afectará áreas críticas de los hospitales como unidades de cuidados intensivos, salas de maternidad y otros departamentos, mientras que la iluminación se reducirá al mínimo.
El Ministerio de Sanidad palestino pidió a la comunidad internacional que ejerza presión sobre Israel para permitir la entrada de combustibles esenciales y suministros médicos.
En escaladas anteriores, la ayuda humanitaria podía ser suministrada por el paso de Rafah, fronterizo con Egipto, pero Israel se rehúsa a esa posibilidad por el momento y el cruce se encuentra cerrado desde el martes, cuando el Ejército israelí bombardeó la zona, obligando a recular a un vehículo que transportaba combustible en las cercanías.
Los heridos tampoco han podido ser transportados a hospitales egipcios, mientras numerosos gazatíes, muchos de ellos con doble nacionalidad, buscan desesperadamente salir de la Franja y se enfrentan a listas de espera de al menos cuatro semanas.