«¿Estás decidido a morir?», le pregunta un hombre a un joven con el rostro ensangrentado y atado con cuerdas desde el cuello. Minutos después, sería rociado con gasolina junto a otro joven y ambos morirían este sábado quemados vivos por una turba enardecida en una aldea de Guatemala.

Todo comenzó con el crimen de una mujer que vendía ropa, identificada como María Marcela Lux, de 47 años, quien fue atacada por la mañana a balazos en el interior de su tienda, ubicada en un centro comercial de Sacapulas, en el departamento de Quiché, a casi 200 kilómetros de la capital. Pese a ser trasladada por los Bomberos Voluntarios en estado delicado al hospital regional de Quiché, falleció a consecuencia de las múltiples heridas a su llegada al centro asistencial.

Los dos atacantes huyeron en moto, pero poco después fueron interceptados en el caserío San Jorge por una patrulla de la Policía Nacional Civil que los detuvo y los trasladó de nuevo al centro de Sacapulas para ponerlos a disposición judicial, después de que ambos fueran identificados tras el visionado de las cámaras de seguridad.

Sin embargo, cientos de personas se lo impidieron, ya que extrajeron de la patrulla a los dos jóvenes a los que sacaron estirándoles por las piernas y los tiraron al suelo donde les apalearon sin que los agentes policiales hicieran nada por evitarlo.

Posteriormente, tal como suele ser habitual en la justicia indígena, los amarraron con cuerdas por todo el cuerpo y los pasearon por el pueblo. Un niño incluso llegó a increparles preguntando a uno de ellos «¿Quién te mandó»?, a lo que el joven, con la mirada perdida y rostro asustado no respondió.

«Y si no, te vamos a quemar’, le advirtió el niño contagiado por la turba enardecida que arrastraba con la cuerda a los dos jóvenes, uno de ellos con el torso desnudo, mientras trataban de evitar en vano los empujones y golpes que llegaban de todos lados.

Todo ello quedó evidenciado en diferentes vídeos grabados por los pobladores que lincharon a Víctor Manuel López Cifuentes, de 25 años de edad y José Alberto Gutiérrez Copen, de 23, ambos originarios de Guatemala.

Alguno de los que participaron en la turba trataban de sonsacarles información de dónde venían y quiénes eran sus familiares. Un hombre incluso dijo a uno de ellos mientras lo ataban: «vos, arrepiéntete. Pídele perdón a Dios’. Mientras los arrastraban con cuerdas amarradas al cuello, otro hombre advirtió a la turba: ‘los van a reportar, llévenlos rápido’.

A continuación, los subieron a un pick up y, a partir de ahí, ya no hubo más videos publicados hasta que los medios de comunicación locales reportaron en sus redes sociales un vídeo en el que aún se ve arder el cuerpo de uno de los supuestos asesinos de la mujer. Poco después y cuando la turba ya se había retirado, llegó por la noche la Policía al lugar donde fueron calcinados y asesinados los supuestos sicarios, ubicado en la aldea de Pacuch, en Sacapulas.

La Fiscalía de Guatemala ya inició las investigaciones para conocer la razón por la que cometieron el crimen contra la comerciante, un sector azotado por las extorsiones bajo amenaza de muerte de las pandillas en el país centroamericano. Ahora está por ver si el Ministerio Público también va a investigar a los vecinos que participaron en el crimen contra los dos jóvenes al más puro estilo de Fuenteovejuna en 1476.

Este tipo de ‘justicia’ por su propia mano es habitual en Guatemala ante la desconfianza de una parte de la población en los organismos de justicia ante la impunidad de muchos crímenes y el hartazgo ante la violencia endémica que arrebata más de 3.000 vidas cada año sin qué ningún Gobierno haya logrado revertir esta situación.

Tierra de linchamientos

En agosto del pasado año, ocurrió un hecho similar entre la aldea Canich y el centro del municipio de Colotenango, a 300 kilómetros de la capital del país. La policía había capturado a tres hombres después de que varios habitantes los entregaran tras acusarlos del secuestro y asesinato de un niño de 11 años.

Los agentes solo debían trasladarlos al juzgado correspondiente, para que resolviera si ordenaba su ingreso en prisión preventiva, tal como establece la ley ordinaria. Sin embargo, en la noche una turba de 6.000 personas decidió que los tres capturados no iban a enfrentarse a la justicia, sino a su ‘justicia’, por lo que, tras vapulearles, les rociaron con gasolina y los quemaron vivos hasta que murieron calcinados quedando irreconocibles, tal como sucedió este sábado con los dos jóvenes.

El último linchamiento en Guatemala que tuvo repercusión a nivel mundial fue el de Domingo Choc Che, en la aldea Chimay del municipio de San Luis, a 400 kilómetros de la capital.

Una turba acusó de brujería a este médico naturista y guía espiritual indígena, por lo que le rociaron con gasolina y le prendieron fuego hasta que falleció carbonizado en junio de 2020. Por estos hechos, fueron condenados un año después dos mujeres y un hombre a 20 años de prisión inconmutables por el delito de homicidio.

El caso más relevante se produjo en 2015 cuando una adolescente de 15 años fue asesinada en plena calle en Río Bravo, en Suchitepéquez, a manos de 1.000 personas que participaron en la agresión mortal. En esa ocasión, la llevaron al centro del pueblo agarrada del cabello y allí le lanzaron piedras, la golpearon y acabaron quemándola viva ante la vista de todos y sin que ningún agente policial acudiera en su ayuda.

Para cometer este crimen, la acusaron de haber participado, junto a otros dos jóvenes, en el asesinato de un piloto de moto taxi, aunque, al igual que sucedió con el crimen de los tres supuestos secuestradores, nadie presentó pruebas contra ella ni siquiera una denuncia ante la policía. Este crimen quedó grabado en vídeo y colgado en Internet, donde se podía ver sin ningún tipo de censura el momento en el que la rocían con gasolina y fallece quemada viva. «Echen más gasolina», gritó una persona.