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Pulsión de cambio frente a una gran desconfianza hacia los políticos y la Administración. La sociedad portuguesa se debate estos días entre las ganas de dar un vuelco a la compleja situación política y económica que vive el país y el desencanto y la falta de motivación para conseguirlo mediante el voto.
Manuela (55 años) lleva toda su vida trabajando y tiene a sus dos hijos de más de 25 años aún viviendo en casa. Todavía no pueden independizarse, ni alquilar más que una habitación compartida si quieren seguir cerca de Lisboa, donde trabajan. «Vote a quien vote, no creo que nada cambie, los políticos sólo miran por sí mismos», asegura mientras se dirige a la casa de su madre, que cobra una magra pensión y a la que también ayuda para hacer frente a sus gastos domésticos. Paulo y Joana, una pareja de 25 años, aprovecha la jornada de reflexión para ir de compras por la avenida de la Liberdade. Ellos sí van a votar este domingo, aunque prefieren no desvelar a quién en conversación con este diario: «El país necesita un cambio; los servicios públicos no funcionan, los salarios son bajos y los impuestos, altos; y encima dicen que vamos al empate…»
Portugal se encuentra en una encrucijada. Las encuestas dibujan un escenario casi ingobernable tras las elecciones de este domingo y después de ocho años de gobiernos relativamente estables de centroizquierda, desde 2022 con mayoría absoluta, aunque también con innumerables problemas internos. Para rematarlo, el primer ministro, António Costa, dimitió en noviembre tras el estallido de un caso de corrupción que ahora parece haberse diluido.
Según los últimos sondeos hechos públicos el viernes -en Portugal pueden publicarse encuestas hasta la víspera de la jornada de reflexión-, Alternativa Democrática (AD), de centroderecha, lleva cierta ventaja, de hasta seis puntos, al Partido Socialista (PS). Pero las distintas fuerzas del centro y la derecha suman lo mismo o incluso algo menos que las de la izquierda, sin contar con el partido de la derecha radical Chega, que puede triplicar sus 12 diputados, pero con el que todos han dicho que no quieren pactar.
De confirmarse este complejo escenario, el próximo primer ministro podría dirigir un Gobierno en minoría con serias dificultades para sacar adelante los presupuestos, ni ninguna norma en la Asamblea de la República. Aún así, muchos desconfían de los sondeos porque en 2022 ninguno fue capaz de aventurar ni como posibilidad la mayoría absoluta que después obtuvo el PS de Costa.
Nuno Magalhães, director de Contexto Político de LLYC Portugal, prevé, en conversación con este periódico, que lo más probable será un Gobierno en minoría del líder del centroderecha, Luís Montenegro (51 años), que se ha comprometido a que sólo gobernará si tiene un voto más que el Partido Socialista. Si Montenegro es el candidato más votado y el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, le nombra primer ministro, la Asamblea tendrá que examinar su programa de gobierno en un plazo máximo de 10 días.
Para seguir adelante, el Parlamento, de 230 escaños, no tendría que rechazar su programa, con lo que debería contar, al menos, con la abstención del PS o de Chega para evitar la dimisión del Gobierno y una repetición electoral. Para colmo, si la Asamblea rechaza el programa, las nuevas elecciones no podrían convocarse antes de seis meses, ya que así lo establece la Constitución, con lo que Portugal estaría más de un año con gobiernos en funciones.
De haber un ejecutivo en minoría, se encaminaría, en el mejor de los casos, a una legislatura probablemente corta, porque sin acuerdo con los socialistas o con la derecha radical, Luís Montenegro, no podría aprobar sus presupuestos.
Lo mismo ocurriría si el que obtiene más votos es el candidato socialista, Pedro Nuno Santos (46 años). Ni un solo sondeo le acerca a la mayoría sumando los escaños del PS, del Bloque de Izquierdas, del Partido Comunista y de pequeñas formaciones como Livre (ecologistas)o los animalistas del PAN.
En manos del candidato de AD -una coalición de tres partidos conservadores encabezados por el PSD– está una fórmula con la que podría aspirar a la estabilidad: cerrando un Gobierno de coalición o un acuerdo de legislatura con la formación radical Chega (Basta en portugués), que dirige el populista André Ventura (41 años). Todos los sondeos dan a Chega un mínimo de 30 escaños.
El problema es que Montenegro se ha comprometido solemnemente a no pactar con ellos, pero muchos no le creen: «Si puede, pactará con la extrema derecha como el PP en España», afirman fuentes del PS en conversación con EL MUNDO.
Algunos expertos también ponen en duda su compromiso. Raquel García, investigadora del Real Instituto Elcano especializada en Europa, no lo descarta porque «Montenegro está en un momento de consolidación de su propio liderazgo, ya que lleva sólo año y medio al frente del partido». Y su mejor hoja de servicios, alega, sería un Gobierno que pudiera culminar ciertas reformas en cuatro años de mandato, algo imposible en minoría.
En los últimos días, dirigentes de AD partidarios de un acuerdo con Chega han abogado en privado por pactar un Gobierno con los radicales encabezado por otro candidato de la derecha, ya que Montenegro se ha comprometido a no hacerlo. Pero el diario Expresso ha desvelado que el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, rechaza esa posibilidad. Y en Portugal el jefe del Estado nombra al primer ministro.
Las campañas electorales del PS y de AD parecen haberse hecho con los papeles cambiados. Los socialistas han presumido de los buenos datos macroeconómicos de Portugal tras ocho años de gobiernos de Costa: la deuda pública ha bajado del 100% del PIB, un dato insólito para las cuentas lusas, y las agencias de rating han subido la calificación de Portugal hasta A-, según Standard & Poor’s, lo que supone varios escalones más que cuando el PS accedió al Gobierno. La tasa de paro, por otro lado, está por debajo del 7% y la inflación se ha conseguido controlar hasta el actual 2,3%.
El centroderecha, por su parte, «parece haber copiado el programa del PS», como denuncian desde la formación que ahora dirige Pedro Nuno Santos. La derecha ha hecho una campaña social con promesas para subir el salario mínimo, contener el precio de la vivienda, bajar las listas de espera de la sanidad o mejorar la educación.
Margarida Davim, periodista del Diário de Noticias y de CNN Portugal, destaca que durante la última legislatura con mayoría absoluta del PS (2022-2023), «la crisis política se ha agudizado» y «no se han resuelto los problemas más acuciantes de los portugueses, aunque la deuda esté más controlada». Davim constata que los socialistas están más fuertes entre el electorado de más edad porque pervive el miedo a que vuelva a haber recortes en las pensiones como en tiempos del rescate. Entre los jóvenes, tienen más éxito las fórmulas populistas de Chega o el cambio que representa Alternativa Democrática -su lema es Mudança segura-.
El candidato de la izquierda no lleva ni dos meses como secretario general del PS tras la dimisión de Costa y se ha enfrentado a «la campaña más difícil», resalta Davim, tras la frustración generada porque la mayoría de 2022 se disolvió en poco más de año y medio.
Ahora mismo, en el PS cunde la sensación de que «António Costa dimitió por nada». Y que «por unas investigaciones de corrupción detrás de las que finalmente no hay nada, todo se ha ido al traste: no se han culminado las reformas necesarias» y el nuevo líder «no ha tenido tiempo para consolidar su proyecto, ni siquiera para asentarse en el liderazgo», explican.
El catedrático de Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Lisboa Luís Tomé considera que el último Gobierno de Costa (2022-2023) fue «una oportunidad perdida». «No se hicieron las reformas necesarias aunque tenía mayoría, ya fuera por falta de capacidad o por miedo a correr riesgos», añade. Pero «tampoco se han gestionado eficientemente los fondos de recuperación y resiliencia», ni «se han afrontado los principales problemas».
Por último, esos menos de dos años han estado plagados de escándalos y errores que han incluido la dimisión de dos ministros y de 11 secretarios de Estado. Para rematarlo, todo acabó con la propia dimisión de Costa. Como dijo el ex premier en la campaña electoral, para él han sido más difíciles los dos últimos años que la gestión de la pandemia.
Los socialistas alegan que desde 2015, han subido el salario mínimo de 505 euros al mes a los actuales 820 y que su compromiso es que en tres años llegue a 1.000 euros. También afirman que el gasto en sanidad y educación ha crecido de forma importante, aunque aún queda recorrido.
El centroderecha, sin embargo, ha recogido durante la campaña electoral todas estas banderas sociales y ha prometido que podrá mejorar los servicios públicos y que lo hará, además, bajando los impuestos.
Lo que está claro es que quien consiga formar Gobierno tendrá ante sí los retos más difíciles y puede que con una mayoría exigua: contener la escalada imparable de la vivienda, que expulsa del mercado de la compra o del alquiler a más de la mitad de la población; afrontar los graves problemas con los funcionarios públicos, que están movilizándose por sus bajos salarios; reducir las listas de espera o solucionar la pérdida de profesores en la educación pública.
Dudas ante el dato final de la abstención
Las elecciones en Portugal suelen tener una alta abstención. En 2019, sólo votó el 49%. En 2022, subió al 57%. Esta vez, dada la incertidumbre sobre quién será el ganador, es posible que vuelva a acercarse al 60%, pero nadie hace pronósticos.
Influyen en este dato varios factores, como apuntan los expertos: en primer lugar existe una apatía importante y un alejamiento de la política de amplios sectores del interior del país, de los jóvenes y de mucho electorado desencantado.
En segundo término, gran parte del censo está en el extranjero por la tradicional emigración de los portugueses. De los 230 escaños de la Asamblea de la República, cuatro se eligen en las circunscripciones del exterior: dos los eligen los portugueses que viven en otros países de Europa y otros dos, los del resto del mundo. Y la abstención fuera es altísima.
En último lugar, el censo no está aún bien confeccionado y, aunque ha mejorado, incluye muchas veces a portugueses fallecidos, según fuentes próximas al Gobierno.