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Las encuestas lo han venido dejando cristalino desde hace más de un año. El hartazgo del electorado estadounidense con Donald Trump y Joe Biden es evidente. Nadie quería enfrentarse a lo que ya es casi un hecho desde el martes por la noche. Ambos políticos se volverán a ver las caras en noviembre después de que se aseguraran la mayoría necesaria de delegados para convertirse en candidatos oficiales de sus partidos. Lo confirmaron las primarias tanto del Partido Demócrata como del Republicano en Mississippi, Georgia y Washington.
Era, en realidad, un asunto casi zanjado después de que ambos dominaran con claridad el Supermartes electoral y se repartieran una lluvia de delegados. Trump, en su intento de reelección, no solo dominó la jornada sino que llevó a su única rival, Nikki Haley, a abandonar la carrera de forma oficial. El martes por la noche no solo se apuntó los tres estados en contienda sino que se impuso en los caucus de Hawaii.
Biden, por su parte, tampoco ha contado con apenas oposición. Lo suyo fue aún más un trámite que lo de Trump, que pese a sus múltiples causas judiciales en contra ha dominado con una claridad abrumadora e inesperada. La autora de libros de autoayuda Marianne Williamson y el congresista Dean Phillips, además del empresario Jason Palmer, no han inquietado en absoluto la candidatura de Biden, que celebró su virtual nominación con un vídeo en X.
«Hoy es una llamada a la acción», dice el presidente de Estados Unidos en el vídeo. «Con vuestra voz, con vuestro poder, con vuestro voto… ¿estáis listos para defender la democracia? Estáis listos para defender nuestra libertad?» Ese parece que será el núcleo de su discurso y su campaña para derrotar a Trump, que ahora parte desde la oposición. Los cargos que pesan sobre el candidato republicano por su intento de revertir el resultado electoral de 2020 más su implicación en el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 le convierten en un peligro para el sistema democrático, de acuerdo con Biden y su equipo. Ese factor del miedo a una dictadura de facto, sumada al carácter populista e impredecible de Trump, puede resultar clave a la hora de movilizar al electorado indeciso.
En contra, no solo está su avanzada edad y la sensación de fragilidad que despide al caminar y en sus constantes lapsus, sino el lastre de una inflación que, pese a estar contenida, ha supuesto un golpe considerable para la economía de millones de estadounidenses. Contaba el dueño de un restaurante mexicano en San Francisco, La Vaca Birria, que el precio del burrito ha pasado de 11 dólares a 22 por la subida en los precios de los alimentos. Es una realidad con la que tendrá que lidiar el ex vicepresidente de EEUU en campaña.
Trump, por su parte, también recurrió a X para celebrar su próxima nominación oficial del bando republicano. «Este ha sido un gran día de victoria», escribió. «Pero ahora tenemos que volver al trabajo porque tenemos al peor presidente de la historia del país. Su nombre es Joe Biden, algunas veces conocido como el deshonesto Joe Biden, y debe ser derrotado».
El magnate neoyorquino cuenta a favor con el fervor de una parte de las masas republicanas, firmes en la idolatría a su figura. Ni siquiera los 85 cargos que pesan en su contra por distintas causas, incluyendo el pago de dinero a un actriz porno, Stormy Daniels, con la que mantuvo relaciones sexuales, y la retención ilegal de material clasificado parecen haber hecho mella en sus opciones de reelección. Lleva una ventaja de seis puntos en algunas encuestas sobre Biden en estas elecciones del desgaste.