Por primera vez desde que Rusia lanzó la invasión de Ucrania, Vladimir Putin ha aparecido en una cumbre del G-20. Ha sido un encuentro virtual, con grandes ausencias como la del estadounidense Joe Biden y el chino Xi Jinping, pero con el líder ruso compartiendo pantalla dos años después con otros líderes occidentales.
Desde Moscú, refiriéndose a la guerra que su ejército desató en Ucrania, Putin dijo que el Kremlin en ningún momento ha rechazado las negociaciones. «Las acciones militares son siempre una tragedia. Por supuesto, tenemos que pensar en cómo detener esta tragedia. Rusia nunca se ha negado a entablar conversaciones de paz con Ucrania», subrayó dirigiéndose al resto de líderes del grupo.
Putin utilizó la palabra «guerra» para describir el conflicto en lugar de «operación militar especial», recurrente término del que suele tirar el Kremlin. El presidente ruso también intentó trazar paralelismos con la guerra entre Israel y Hamas, comparando la revolución del Maidan -a la que se refiere como un «golpe de Estado» por parte de Kiev- con el «exterminio» de la población palestina. «Entiendo que esta guerra (la de Ucrania) y la muerte de personas no pueden sino conmocionar. ¿Y el exterminio de la población civil en Palestina, en la Franja de Gaza hoy, no es impactante?» preguntó.
Putin ha realizado pocos viajes fuera de Rusia desde que la Corte Penal Internacional (CPI) emitiera una orden de arresto por la deportación ilegal de niños ucranianos. Se quedó escondido en Moscú, para evitar el escrutinio internacional, durante la reunión presencial del G-20 celebrada el pasado septiembre en Nueva Delhi.
Con el primer ministro Narendra Modi de nuevo a la cabeza, India ha presidido una cumbre por videoconferencia en la que la guerra de Israel en Gaza, como era de esperar, ha sido uno de los temas centrales, empezando por la tregua pactada de cuatro días entre Tel Aviv y Hamas, y la liberación de los primeros rehenes retenidos por el grupo integrista palestino.
«Damos la bienvenida a la noticia de la liberación de los rehenes», dijo Modi en su discurso de apertura. «Esperamos que todos los rehenes sean liberados pronto. Todos debemos trabajar por la paz y tener cuidado de que la guerra entre Israel y Hamás no se extienda. El terrorismo es inaceptable y condenamos la matanza de civiles», continuó el líder indio, quien ha brindado un apoyo incondicional a Israel desde el comienzo del conflicto.
Delhi, siguiendo la posición de Estados Unidos, no ha exigido un alto el fuego por parte de las fuerzas israelíes y se abstuvo en una votación de la Asamblea General de la ONU sobre una resolución que pedía poner fin a la ofensiva.
Durante su intervención, Modi destacó también la preocupación común de los efectos negativos del boom actual de inteligencia artificial, pidiendo que los países trabajen juntos con el fin de sacar una serie de regulaciones globales para la IA, asunto que ya estuvo sobre la mesa durante el encuentro presencial del grupo en Delhi, donde Modi, al igual que hizo el miércoles, pidió también que el G-20 se volcara con el Sur Global, dando prioridad absoluta a las necesidades de las naciones en desarrollo.
Modi, que se está personando en la esfera internacional como un gran puente entre las potencias occidentales y el mundo en desarrollo, ha anunciado la creación de un «fondo de impacto social» con una contribución inicial de 25 millones de dólares para ayudar a estos países a cumplir los objetivos de desarrollo sostenible.
Los estados miembros del G-20 representan más del 80% de la producción económica global, el 60% de la población y el 75% del comercio, pero el grupo ha sido criticado durante mucho tiempo por no abordar los problemas que afectan desproporcionadamente a los países en desarrollo. El gesto más significativo dirigido al Sur Global fue la incorporación formal al grupo de la Unión Africana, el organismo continental de 55 estados con algunas de las economías, poblaciones y ciudades de más rápido crecimiento del mundo.
Desde Washington, en ausencia del presidente Joe Biden con la excusa de sus compromisos por el Día de Acción de Gracias, participó en la reunión virtual del miércoles la secretaria del Tesoro, Janet Yellen. Desde Pekín quien intervino fue el primer ministro Li Qiang, que ya sustituyó a Xi Jinping en la cumbre de septiembre. El líder chino, en cambio, sí que apareció el martes en otra cumbre virtual organizada por el grupo de los BRICS, donde coincidió con Putin y pidió con contundencia a Israel que terminara la devastadora ofensiva sobre Gaza.
Durante la jornada del miércoles, Xi estuvo entretenido dentro de su casa recibiendo al presidente de Uruguay, Luis Lacalle, y después a Vyacheslav Volodin, de la Duma Estatal rusa, con quien se comprometió a que China profundizaría las relaciones con Moscú.
En las capturas que se han difundido de la cumbre del G-20, con la puerta virtual cerrada como acostumbran estos foros, destacaba también la presencia del presidente español Pedro Sánchez, uno de los líderes invitados. Sánchez se ausentó de la reunión en Delhi por culpa del Covid, pero esta vez sacó un hueco en el primer Consejo de Ministros de su nuevo Gobierno para conectarse a la multitudinaria videoconferencia, con su casilla del monitor emparejada con la del primer ministro canadiense Justin Trudeau, otro de los protagonistas, pero en su caso por su crisis diplomática con India.
Era la primera vez que Trudeau y Modi aparecían juntos desde que el canadiense acusara a Delhi de estar involucrada en el asesinato de Hardeep Singh Nijjar, un líder separatista sij -una comunidad religiosa originaria del estado indio de Punjab- que vivía en un suburbio de Vancouver. Este miércoles, Financial Times desvelaba que Estados Unidos había frustrado una conspiración para asesinar a otro separatista sij en suelo estadounidense. Según la información, Washington, en privado, habría emitido una advertencia al Gobierno de Modi por su posible implicación en el complot.