En apenas tres meses, van más de 130 muertos y decenas de miles de desplazados como consecuencia de la batalla étnica que está sacudiendo Manipur, un remoto estado en el noreste de la India. Enfrentamientos con palos y piedras en las calles, comisarías y edificios gubernamentales ardiendo. Incluso se han vivido episodios de agresiones sexuales grupales.
Un bucle de violencia diario que agita la política en Nueva Delhi, con un primer ministro, el nacionalista hindú Narendra Modi, que ni siquiera se ha pronunciado sobre los enfrentamientos entre la comunidad hindú Meitei, dominante en la región, y las tribus cristianas Kuki-Zomi, que viven aisladas en las montañas.
Durante toda esta semana se están celebrando ruidosas protestas tanto dentro y fuera del Parlamento indio. Pero desde la oposición, en un intento para forzar a Modi a que mueva ficha para tratar de frenar la violencia en Manipur, este miércoles han dado un paso más al presentar dos mociones de censura contra el Gobierno.
Es la segunda vez que el líder indio se enfrenta a una moción de censura desde que llegó al poder en 2014. Han sido los partidos más fuertes de la oposición, el Partido del Congreso y el Bharat Rashtra Samithi, quienes han recurrido a este procedimiento de control a sabiendas de que, más allá del ruido, no prosperará en una votación porque el grupo parlamentario de Modi, el gobernante Partido Bharatiya Janata (BJP), suma una amplia mayoría junto a sus aliados en el legislativo.
El año que viene se celebran unas elecciones generales en las que se espera que Modi, cuya popularidad mantiene sus cuotas altas pese al giro religioso más extremista de su partido, revalide un tercer mandato al frente del gigante del sur de Asia que este 2023 ha superado a China como el país más poblado del mundo.
Las turbulencias internas no están afectando al creciente poder del primer ministro, quien la semana pasada hizo su primera referencia pública a la situación en Manipur para denunciar un vídeo viral en el que aparecían dos mujeres obligadas por una turba a caminar desnudas en el estado norteño. Las mujeres estaban siendo manoseadas y agredidas sexualmente mientras eran rodeadas por una multitud de hombres, muchos de ellos blandiendo largos bastones o palos como armas.
«Mi corazón está lleno de dolor e ira. El incidente de Manipur es vergonzoso para cualquier sociedad civil. La ley seguirá su curso con todas sus fuerzas», dijo Modi, quien, más allá de esa declaración sobre el episodio de agresión a las mujeres, sigue sin romper su silencio sobre el violento conflicto entre comunidades étnicas.
Todo estalló en mayo tras una protesta contra la petición del Tribunal Supremo de Manipur de incluir a la comunidad Meitei, que representa casi al 50% de la población de este estado donde viven 3,6 millones de personas, dentro del sistema de «tribus registradas» en India, lo que permitiría a sus miembros acceder a mayores recursos sanitarios y de educación, así como la posibilidad de optar a empleos gubernamentales.
El resto de grupos étnicos del estado, que no están registrados oficialmente, se oponen a que los Meitei alcancen un estatus que les brinda acceso a unos beneficios que son inalcanzables para otras comunidades minoritarias. India reserva algunos trabajos públicos, admisiones universitarias y escaños electos, desde consejos de aldea hasta el parlamento, para comunidades bajo la categoría en la que entraban los hindúes.
Los enfrentamientos estallaron en la capital del estado, Imphal, después de que miles de estudiantes, en su mayoría de la tribu Kuki, participaran en una manifestación contra la comunidad étnica mayoritaria.