• Europa Eslovaquia podría girar a favor de Rusia en las elecciones del sábado

Eslovaquia, que ha abierto ya sus colegios electorales, celebra hoy unas elecciones de alto riesgo para la Unión Europea. Los sondeos auguran la victoria de Robert Fico, ex primer ministro y líder del partido seudosocialdemócrata Smer. Promete no enviar «ni una bala más» para ayudar a Ucrania, califica de «inútiles» las sanciones contra Moscú y vetará cualquier solicitud ucraniana de adhesión a las instituciones europeas y a la OTAN. Los resultados se conocerán de madrugada.

Ante tales promesas, supuestamente fruto de la propaganda rusa, la vicepresidenta de la Comisión Europea, Vera Jourová, calificó las elecciones eslovacas de «caso de prueba» de lo vulnerables que son los comicios europeos al «arma multimillonaria de manipulación masiva». Bruselas está tan preocupada que ha amenazado con multar a los gigantes de las redes sociales Alphabet, TikTok y Meta si no hacen más para combatir el problema.

Las elecciones eslovacas, a las que seguirán el próximo día 15 las polacas, se celebran en un momento delicado para la UE. Por un lado, los Veintisiete intentan mantener un frente unido de apoyo militar y financiero a Ucrania. Pero están apareciendo grietas en ese apoyo, y existe una profunda preocupación por lo que ocurrirá si el partido republicano gana la Casa Blanca en las elecciones presidenciales estadounidenses del año que viene.

Por otro lado, la UE está preparando el terreno para reformas internas de gran calado con el fin de abrir el camino a la adhesión de Ucrania y otros países, principalmente de los Balcanes. Las victorias electorales de los partidos populistas o nacionalistas conservadores en Eslovaquia y Polonia plantearían dudas sobre si tales reformas podrían verse paralizadas por las disputas entre los Estados miembros. La UE debe decidir en diciembre si permite a Ucrania iniciar las negociaciones de adhesión, lo que requeriría el respaldo unánime de los 27 miembros. Hungría ya es un obstáculo. La Eslovaquia de Fico también.

El cartel electoral del candidato presidencial y ex primer ministro Robert Fico.
El cartel electoral del candidato presidencial y ex primer ministro Robert Fico.TOMAS TKACIKSOPA IMAGES

El antiliberalismo político, en su vertiente centroeuropea, ha sido una espina clavada en la UE desde que Viktor Orban obtuvo en Hungría la primera de sus cuatro victorias electorales consecutivas en 2010. La tendencia se aceleró con la llegada al poder en 2015 del partido de derechas polaco Ley y Justicia (PiS), que fue reelegido en 2019.

Ahora entra en el escenario Eslovaquia. Con el 20% del escrutinio que le auguran las encuestas, Fico no tendrá mayoría en un Parlamento de 150 escaños y podría tener grandes problemas para formar una coalición. Pero el líder de Smer será, en todo caso, un factor de inestabilidad en un país que desde 2018, tras las revueltas populares que siguieron al asesinato del periodista Ján Kuciak y su prometida, Martina Kunírová, no respira. Desde entonces, este país de cinco millones de habitantes ha vivido cinco años de extrema turbulencia política, con cuatro primeros ministros.

Fico, que se vio obligado a dimitir por esas protestas y las acusaciones permanentes de corrupción, no garantiza por sus credenciales la estabilidad interna que predica. Tampoco la europea. En anteriores mandatos (ha sido en tres ocasiones primer ministro) Fico se ha mostrado pragmático, llevando a Eslovaquia al euro y evitando en gran medida enfrentamientos perjudiciales con Bruselas. Y aunque muchos sospechan que, dada la gran dependencia de Eslovaquia de los mercados y la ayuda financiera de la UE, volverá a serlo, su vuelta a la primera fila de la política está seriamente contaminada con sentimientos prorrusos.

En campaña ha culpado a los «nazis ucranianos» de la guerra, se ha mostrado contrario a la apertura de negociaciones de adhesión de Ucrania a la UE sin «condiciones» y a la ampliación a los Balcanes. Su programa europeo es básicamente el de su muy admirado Orban, por lo que la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, no tendrá uno sino dos oponentes a una visión europeísta que el eslovaco ha calificado de «ilusoria». El escenario sería ligeramente distinto en caso de una victoria del partido socialmente liberal y económicamente reformista Eslovaquia Progresista (PS) de Michal Šimeka, licenciado en Oxford y vicepresidente del Parlamento Europeo. Su grupo es firmemente prooccidental, pro UE y pro OTAN, pero necesitaría aliados y las fuerzas políticas han girado con la guerra en Ucrania a la derecha.

La actuación de media docena o más de partidos pequeños, todos ellos en torno al umbral electoral, será decisiva para determinar qué coaliciones son posibles. Los votantes eslovacos están cansados de las dificultades económicas derivadas de las restricciones de Covid, la elevada inflación provocada por la guerra de Ucrania y el aumento de la inmigración ilegal. Además de explotar el sentimiento prorruso, con casi el 50% de los eslovacos culpando a Ucrania de la guerra, los valores progresistas en general y de los derechos LGBTQ+ en particular han sido una cuestión central en una campaña especialmente sucia.

Eslovaquia refleja el populismo, el nacionalismo y el antiliberalismo que en los últimos años domina la política en Europa Central. Si el partido Ley y Justicia (PiS) y Smer-Socialdemocracia ganan en Polonia y Eslovaquia, respectivamente, se reforzaría esta tendencia, se erosionaría la democratización poscomunista en la región. Porque, más allá del posicionamiento respecto a Ucrania, por las venas de esos partidos corre la misma sabia, que es también la que alimenta al Fidesz de Orban: interferencia en la independencia e integridad del poder judicial y la fiscalía, ataques a la libertad de prensa, al colectivo LGTBI y corrupción.

Cierto es que Eslovaquia, a diferencia de Hungría y Polonia, forma parte de la eurozona y esto garantiza una cierta moderación en las políticas del gobierno eslovaco. Sin embargo, Fico podría poner a Eslovaquia en rumbo de colisión con Bruselas si intentara remodelar el poder judicial, los medios de comunicación y las instituciones de la sociedad civil del modo en que Orban lo ha hecho en Hungría y PiS en Polonia.

A todo ello está muy atenta la vecina República Checa. El Grupo de Visegrado entró en letargo por las diferencias entre Hungría y Polonia respecto a Ucrania. Un Fico en Eslovaquia sería el último clavo en el ataúd. Praga quedaría aislada.