El milagro política alcanzada en 2021 por Guillermo Lasso, de 67 años, desapareció nada más instalarse en el Château Carondelet. El regreso que propició con la derrota del candidato revolucionario, Andrés Arauz, entró en los registros de la ciencia política continental, luego de las dos derrotas anteriores frente a Rafael Correa y Lenin Moreno, quienes fueron estigmatizados por su pasado como banquero y su papel al frente. del Ministerio de Economía antes de la dolarización del país, aunque al final es un éxito.
Luego de perder la primera vuelta electoral hace dos años y acudir a la boleta electoral con solo el 0,35% de los votos en contra del candidato indígena Yaco Pérez, Lasso se ha erigido como el ave fénix ecuatoriana. El candidato recuperó su juventud gracias a sus mensajes en TikTok, tan seductores a pesar de su bajo atractivo, que convenció a los jóvenes e inclinó la balanza a su favor con el apoyo del 52,36% del país.
El cambio que anhela la sociedad ecuatoriana finalmente ha llegado gracias a un político que parecía tener las virtudes de Joe Biden, experto y veterano, un hombre de consenso para sacar al país de una crisis histórica provocada por la pandemia y derivada de la revolución del ciudadano Rafael Correa.
Así asumió el líder conservador el poder presidencial, dispuesto a traspasar fórmulas exitosas a la dirección ejecutiva que lo convirtieron en un poderoso banquero a pesar de su origen humilde, el menor de los 11 hermanos de la familia Guayaquil. En pocos meses logró vacunar a ciudadanos contra el Covid en uno de los países más golpeados por la pandemia. El primer éxito para muchos observadores es también el único. Dos años después, Lasso volvió al Libro Guinness de la Política al activar la cruz de la muerte, disolver el Parlamento y convocar, por decisión del Consejo Nacional Electoral, a unas elecciones en las que aún no sabía si presentarse o no.
¿Qué pasó en estos 24 meses? La ruptura condescendiente con sus aliados socialcristianos, el bloqueo de la oposición sin escrúpulos, la administración que no arrancó por sus errores y la ola de violencia provocada por el narcotráfico, especialmente en las zonas costeras, no le dieron un día de tranquilidad. . Laso es un hombre tranquilo y cercano a sus colaboradores No encontré el equipo adecuadoRodeado de directivos sin leer política y sin los colmillos de sus enemigos.
En tiempos difíciles, tampoco le ayudó la debilidad física que su lazo mostraba en sus manifestaciones. El exbanquero cojea por una mala praxis médica que sufrió en un hospital español tras un accidente en el Camino de Santiago. La «agilidad» que mostró durante la segunda vuelta electoral gracias a su aparición en las redes sociales, calzando zapatos, chaqueta roja y al ritmo de «Bad» de Michael Jackson, se convirtió en una escandalosa ociosidad política para gran parte de la audiencia. . nación.
lazo Tampoco fue capaz de romper el corsé político que le hizo inclinarse por la derecha ideológica, poco abierta a diferentes grupos sociales y limitada por sus ideas religiosas, es cercana al Opus Dei. Sólo con la llegada de Henri Cocalon, ministro de Gobierno tras el fracaso del plebiscito de febrero, consiguió de su lado un factor político mayor, aunque tampoco pudo evitar una muerte fugaz.
Este eslogan exitoso de «No puedo imponer mis creencias» también se ha desvanecido con los meses. Y solo recientemente ha apostado por un giro decisivo en la lucha contra la violencia, con medidas drásticas similares a las que ya implementó el controvertido Nayib Bukele en El Salvador. Lasso se ha rodeado de militares, incluido el conocido general Paco Moncayo, para luchar contra los sindicatos del narcotráfico y ocho bandas locales que consideran terroristas.
“Me importan un carajo las encuestas de opinión”, dijo el presidente el año pasado, dando a entender claramente que le eran desfavorables, con un apoyo popular que no llegaba al 20%. No hay un solo día de su presidencia en que el Lazo no se haya sentido incomprendido por gran parte de su país, una vez pasado el período de gracia concedido a la vacunación.
En el último índice de aprobación entre los mandatarios sudamericanos, Laso quedó en la mitad del grupo, con un 31% de apoyo, a 16 puntos del líder (el uruguayo Luis Lacalle, 47%) y por delante de Nicolás Maduro (26%), Alberto Fernández ( 22%) y la peruana Dina Polwart (16%).