QUIÉN. Jos Mestdach es un aficionado al arte y ex periodista de información local en diarios flamencos que acaba de publicar un libro titulado ‘Fake Art’.
QUÉ. En 2020, compró en una subasta un cuadro del artista Jos Pauwels, movido por su belleza, pero también por la curiosidad. Tras investigar durante tres años ha concluido que el pintor jamás existió y que hay más de 300 obras falsamente atribuidas, probablemente creadas en China.
No es por la perspectiva, no es por la definición o potencia de sus personajes ni por el dominio cromático. No es por los acabados, por la técnica, pero hay algo en las obras de Jos Pauwels que llama la atención. Hay algo que atrae al público y a los compradores, algo que empuja a los marchantes a pedir miles de euros por sus obras y a las casas de subastas a buscar su trabajo. No es uno de los artistas más célebres, no es de los más codiciados, pero no es tampoco ningún desconocido. El problema es que Pauwels no existe, nunca ha existido, y nadie sabe en Bélgica quién está detrás de sus lienzos.
No es una brillante operación de marketing, sino que todo apunta a un enorme fraude. Firmas respetadísimas como Dorotheum en Viena y Christie’s y Sotheby’s en Londres y Nueva York han colocado sus obras en el pasado. Y la semana pasada, la casa Vanderkindere organizó una subasta de antigüedades, incluida una obra del misterioso artista, pero en el último momento la retiró gracias a los esfuerzos de Jos Mestdach, un amante del arte que vive en las Ardenas y que también fue periodista en algunos de los diarios flamencos más conocidos.
En 2020, Mestdach compró el cuadro de buenas dimensiones por 1.000 euros. Se trataba de una obra puntillista de un tal Jos Pauwels, que ya había sido vendida anteriormente por la casa bruselense Horta, sin pena ni gloria.
Mestdach se hizo con ellas por criterios puramente estéticos. Le pareció bonita, tenía un precio asumible y le generó mucha curiosidad, pues no había oído hablar del artista con un apellido tan singular. No encontró nada. Buscó, siguió buscando y se dio cuenta de que estaba ante una estafa, un engaño o un error detrás de otro; y escribió un libro, Fake Art, publicado hace unas semanas.
Tras tres años, e incontables asesorías con todo tipo de expertos, el consenso general es que son obras de escaso talento. Resultonas, pero sin una técnica depurada. «Las mesas no son rectas, los brazos demasiado cortos. Las composiciones no se sostienen», explicó Mestdach a VRT News. La gracia de todo está en la confusión deliberada. El autor usa una técnica puntillista replicando a los maestros de hace más de un siglo, lo que ha servido para engatusar. Además, la firma no parece inocente. Hay en la historia artística de Bélgica un Joseph Pauwels (1818-1876), pero que ya había muerto cuando Georges Seurat (1859-1891) y otros dieron forma al estilo en la década de 1880.
Y hay también un Henri Joseph Pauwels (1903-1983), mucho más conocido, sobre todo en la región de Waasland, pues prácticamente no hay casa que no tenga una obra suya. Pero no hay ni rastro de Jos. En los últimos tres años, Mestdach y la Policía han localizado más de 300 obras, distribuidas a menudo con silencio cómplice de expertos conscientes del engaño. Mestdach, que da por terminada su investigación, y que por lo menos sigue encontrando hermoso su cuadro, no tiene pruebas, pero tampoco demasiadas dudas de que el autor misterioso es uno de los muchos anónimos que trabajan en algunos de los talleres masivos en «el pueblo de Dafen», situado en las afueras de Shenzhen, en China, donde se copian y distribuyen pinturas antiguas. Sin alma, pero monas.