Qué. El tabú sobre la guerra entre Israel y Hamas es constante en la sociedad alemana, hasta el punto de que no saben exactamente qué se puede decir o no. Quién. El poeta y crítico de arte Ranjit Hoskote dimitió de la dirección de la muestra Documenta por discrepancias sobre los límites de la libertad de creación. Cuándo. Desde 2004 reina la hoja de ruta del político Sharansky sobre el enfrentamiento israelí-palestino
Los alemanes están tan inseguros con lo que puede o no decirse de la ofensiva de Israel en Gaza que hasta los gestores públicos de la vida cultural aplican el derecho a la libertad de expresión y creación que garantiza la Carta Magna con la famosa pregunta del «¿por qué no te callas?». Bajo el bombardeo constante de la política, con mensajes que recuerdan a los que la China comunista propagaba al pueblo desde altavoces colgados en árboles y farolas, el antisemitismo y la islamofobia se abrazan como el Guadalquivir y el Guadiana.
Ejemplo: la dirección artística de la Documenta, la muestra que se celebra cada cinco años en la ciudad de Kassel, ha dimitido en pleno por las discrepancias sobre los límites de la libertad de creación artística, es decir, hasta qué punto pueden rebelarse los intelectuales con sus obras en el marco de la tragedia que se vive en Oriente Próximo. La primera dimisión fue la del poeta y crítico de arte Ranjit Hoskote. Le siguió la de la israelí Bracha Lichtenberg Ettinger.
Hoskote fue acusado de antisemita por haber firmado en 2019 una carta abierta del Indian Cultural Forum, en protesta por un evento organizado por el Consulado General de Israel en Bombai sobre el Hindut. En la carta se equiparaba el sionismo con el movimiento liderado por el dirigente nacionalista Vinaiak Dámodar Savarkar (1883-1963), opositor a Mahatma Gandhi y confeso admirador de Adolf Hitler.
También se le acusó de simpatizar con el movimiento que impulsa el boicot a productos israelíes y apoya las reclamaciones palestinas, BDS. Hoskote calificó de «indignante la acusación de antisemitismo que se ha vertido contra mi nombre en Alemania, país que considero con amor y admiración y a cuyas instituciones culturales y vida intelectual he contribuido durante varias décadas como escritor, comisario y teórico cultura».
Denunció que «periodistas alemanes que no conocen mi vida ni mi obra me han condenado y estigmatizado sobre la base de una sola firma en una carta que se sacó de contexto». Pero dio igual.
Y mientras la ministra alemana de Cultura, la verde Claudia Roth, se vanagloriaba de la dimisión y amenazaba a la Documenta con retirar las subvenciones si no se cortaban los brotes «antisemitas», en Berlín canceló sine die una muestra sobre la Vida de los musulmanes para evitar problemas. «No queremos mostrar en una exposición una presentación unilateral de la vida musulmana sin el correspondiente contrapunto, por ejemplo sobre la vida judía en Berlín«, explicaron los expositores. El argumento dejó a los artistas afectados boquiabiertos. Pero dio igual.
Alemania purga con los ojos cerrados las monstruosidades de sus antepasados, en silencio y sin mirar al otro lado.
Limitar el derecho de Israel a su defensa y presentarlo como un Estado que hace con los palestinos lo que los nazis hicieron a los judíos es antisemita: eso es lo que la dice la primera de las tres D de la guía del saber que repiten los medios alemanes en sus web, «Demonización». La segunda es «Doble rasero» o preguntarse si un Estado europeo respondería a ataques terroristas como lo está haciendo Israel. La tercera es «Deslegitimación» o negar el derecho de Israel a existir como Estado reclamando una «Palestina libre». La guía la elaboró en 2004 el político israelí Natán Sharansky y en Alemania se dice que está internacionalmente reconocida.