• Patio Global Frustración, impotencia y mentiras: las fuerzas que mueven el mundo

Qué. La solidaridad en Berlín con Israel tras los brutales ataques de Hamas no es visible. Las banderas del Estado judío no ondean ni en los ministerios ni en el Parlamento a pesar de que para Alemania es una «cuestión de Estado».

Por qué. Los teatros y las principales salas de conciertos de la capital alemana no se han movilizado para condenar los atentados de Hamas como sí hicieron con la invasión rusa de Ucrania.

Cuando Rusia atacó Ucrania, los edificios públicos en Alemania se llenaron de banderas azules y amarillas. La escena cultural se movilizó en la condena a la invasión del país. Se organizaron conciertos en solidaridad con los civiles muertos y no había representación teatral o recital que arrancara o terminara sin una condena a la guerra iniciada por Vladimir Putin.

La solidaridad con Israel tras los brutales ataques de Hamas no es visible. Las banderas del Estado judío no ondean en los ministerios, en el Parlamento o en Cancillería a pesar de que la seguridad de Israel es una «cuestión de Estado» para este país. El inquebrantable apoyo político de Alemania a Israel no se ve desde la calle y tampoco se escucha en los teatros.

Las apariciones en televisión del embajador israelí en Alemania, Ron Prosor, recordando la tragedia del 7 de octubre son constantes, pero la venganza bíblica de Israel en Gaza, con cerca de 10.000 palestinos muertos en venganza de las 1.400 víctimas del grupo terrorista Hamas, ha desviado el duelo. No se dice, pero tampoco hace falta.

Ninguna orquesta y teatro de ópera financiado con fondos públicos de Berlín ha celebrado o tienen previsto celebrar conciertos de solidaridad con Israel, y siempre hay alguien que las echa en falta por la sencilla razón de que Berlín vivió un florecimiento cultural sin igual hasta la llegada de Hitler al poder gracias a los artistas judíos, que fue en Berlín donde los nacionalsocialistas decidieron y planearon la aniquilación de los judíos europeos y que Berlín es actualmente la ciudad con más judíos de Alemania. Y todo ello citando a Martin Luther King: «Al final, no son las palabras de nuestros enemigos lo que recordamos, sino el silencio de nuestros amigos».

Silencio ha habido, pero en minutos. En la Konzerthaus se guardaron 60 segundos de respeto previo a un concierto con Christoph Eschenbach, pero el intendente, Sebastian Nordmann, ha declarado que organizará sólo si los demás no lo hacen. Y cuantas más imágenes lleguen de la destrucción y el sufrimiento de humanos en Gaza más remota es la probabilidad de que los demás muevan ficha.

La Filarmónica de Berlín ya lo ha descartado por falta de tiempo. Ha mostrado solidaridad con un breve texto por las víctimas de los atentados del 7 de octubre, pero centradas en el primer violista, Amihai Grosz. Su sobrino es rehén en Gaza.

La Deutsche Oper de Berlín, muy conectada con la Nueva Ópera Israelí, ha publicado en su página web una declaración de solidaridad con Israel y contra el terror de Hamás, pero hasta ahí. Los directores artísticos de la Komische Oper, Philip Bröking y Susanne Moser, no han organizado ni organizarán nada porque «el tema de Oriente Próximo es demasiado complejo».

Lo mismo en Staatsoper Unter den Linden, uno de los primeros coliseos que rindió homenaje a las víctimas de Ucrania un concierto al que asistieron numerosas personalidades. Lo dirigió el titular de la Staatskapelle, el argentino Daniel Barenboim, y uno de los judíos en Alemania que, en el contexto actual, más ha criticado por humanismo las atrocidades en Gaza.

Ha habido una excepción, pero en la periferia, en la ciudad de Cottbus. El teatro municipal celebró el pasado 31 un concierto que incluyó un Kaddish, oración hebrea por los difuntos, el Reqiuem de Mozart, y obras de compositores judíos con artistas judíos como Jascha Nemtzov y Tehila Nini Goldstein. Para el director del teatro, Stephan Märki, esa excepcionalidad desafía la inseguridad y miedo que hay en el sector cultural alemán cuando se trata de Israel. Estamos a un paso de que el silencio de las orquestas berlinesas con Israel se interprete como una forma de antisemitismo.