Distanciados en asuntos de primer orden de la política mundial, los presidentes Joe Biden y Luiz Inácio Lula da Silva encontraron este miércoles en Nueva York un punto en común: una agresiva propuesta que presentan como «iniciativa global» para adaptar el mundo del trabajo a los desafíos del siglo XXI.

«Ante los complejos retos mundiales, desde el cambio climático hasta el aumento de los niveles de pobreza y la desigualdad económica, debemos situar a los trabajadores en el centro de nuestras soluciones políticas. Debemos apoyar a los trabajadores y capacitarlos para impulsar la innovación que necesitamos urgentemente para asegurar nuestro futuro», dijeron ambos presidentes en una declaración conjunta conocida antes de la reunión bilateral en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU).

«Hoy, Estados Unidos y Brasil anuncian el lanzamiento de nuestra iniciativa global conjunta para elevar el papel central y crítico que los trabajadores desempeñan en un mundo sostenible, democrático, equitativo y pacífico. Ya compartimos la comprensión y el compromiso de abordar cuestiones críticas de desigualdad económica, salvaguardar los derechos de los trabajadores, hacer frente a la discriminación en todas sus formas y garantizar una transición justa hacia la energía limpia».

El presidente brasileño saltó a la política desde el sindicalismo en la industria metalúrgica, y el estadounidense siempre fue muy cercano a las centrales de trabajadores norteamericanas. Biden y Lula llevarán esta iniciativa al G-7 y al G-20, grupo, este último, que Brasil presidirá a partir del 1 de enero. Que la Casa Blanca y el Palacio del Planalto encuentren puntos en común y trabajen juntas es todo un dato en el contexto de una relación que se había enrarecido.

El gobierno de los Estados Unidos fue clave para que se confirmara el triunfo de Lula en el balotaje del 30 de octubre de 2022, cuando Jair Bolsonaro daba señales de que no reconocería la derrota. Junto con Francia y otros países, convirtió a Lula en presidente electo incluso antes de que se confirmara su triunfo. Es en parte por eso que en los círculos políticos estadounidenses se vio con extrañeza y desencanto la postura combativa de Lula hacia Estados Unidos y Europa en estos primeros meses de su tercer mandato.

Lula, de 77 años, es muy crítico con los países centrales, a los que acusa de ser los grandes contaminadores del planeta y no asumir enteramente su responsabilidad, mientras exigen a los países en desarrollo estándares imposibles de cumplir.

El líder de la mayor economía de América Latina es también crítico de la gestión de Washington y Bruselas ante la guerra en Ucrania. Sostiene que seguir enviando armas a los ucranianos demuestra que no se quiere la paz, razonamiento que provocó la ira del presidente ucraniano, Volodomir Zelenski, con el que tenía previsto reunirse más tarde este miércoles. Lula es visto por el líder ucraniano como excesivamente comprensivo con Rusia y Vladimir Putin.

En ese contexto, Zelenski le dio plantón a Lula en una reunión bilateral acordada en el G-7 celebrado en Hiroshima este año. De cara al encuentro neoyorquino, el brasileño no abrió grandes expectativas: «Voy a ver a Zelenski para hablar de los problemas que quiera discutir conmigo. No hay expectativas con Zelenski. La expectativa es la de una conversación entre dos presidentes de dos países, cada uno con sus propios problemas, cada uno con sus propias visiones».