La imagen parece un anuncio de una cervecería: el jefe levanta la botella, mira a los jugadores, inclina la cabeza y se prepara para beber. Ni por un segundo ni para respirar. La botella se vacía mientras los atletas lo animan. En apenas 20 segundos, Emmanuel Macron completa su tarea, y ahora puede respirar, sonreír, levantar la mano para saludar y marcharse.
El presidente francés, que se encuentra en su punto más bajo de popularidad tras aprobar una polémica reforma de las pensiones, ha pasado de ser abucheado y recibido con calderos hace unas semanas a ser Viva en medio del vestuario por la citada hazaña. Fue el pasado sábado, en el vestuario de Toulouse, tras la victoria del equipo en la final de la Copa de Rugby.
Hace apenas dos meses, en la final de la Copa de Francia disputada en el Stade de France de París, sonaron los silbatos de Macron y hubo que aumentar los servicios de seguridad para evitar problemas. Este sábado celebró tranquilamente el encuentro con los jugadores casi arrancando aplausos.
La imagen que circuló en todos los sitios de redes sociales y medios de comunicación.Ella desató la polémica, pues hay quienes creen que este gesto no es un buen ejemplo. Algunos consideran que para estropear todas las campañas los jóvenes deben consumirlo con moderación. Otros ven un gesto machista.
La líder ambientalista Sandrine Rousseau criticó el gesto, que «invoca una masculinidad tóxica en el liderazgo político». «Bebe una cerveza de un trago. ¿Qué estás tratando de probar? ¿Eres un hombre de verdad?» machismo vulgar, masculinidad y populismo a la antigua».El senador socialista Lawrence Rossignol estuvo de acuerdo.
En marzo, el diario Le Parisien publicó un videoclip que mostraba a Macron degustando cerveza en plena calle de Kinshasa (República Democrática del Congo), durante su reciente gira africana, acompañado de algunos dignatarios congoleños.
Si este fin de semana todo es beber, Macron ya desató la polémica hace unas semanas por ponerse a cantar en plena calle. Lo hizo tras una entrevista televisada en la que defendió su polémica reforma de las pensiones, una ley clave de su segundo mandato pero con la oposición de casi todo el país y que ha hecho caer su popularidad.
En ese caso, Macron paseaba con su mujer Brigitte, cuando se les acercó un grupo de jóvenes que salían de un ensayo y le pidieron que cantara Malaja (El Refugio), una canción de un compositor de los Pirineos, donde la abuela de Macron es desde. El presidente canta la canción en medio de la calle con sus compañeros.
Macron lleva semanas intentando calmar a los franceses tras la promulgación de la ley de jubilación, que retrasa la edad de jubilación a los 64 años. En sus primeros viajes a Francia fue recibido con sarcasmos y protestas, aunque la tensión fue remitiendo poco a poco.