Daniel Ortega prosigue en su plan para convertir a Nicaragua en una especie de Corea del Norte de las Américas, con el dictador Kim Jong-un como principal referente. El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) dio a conocer ayer que abandonará el país centroamericano tras la orden revolucionaria. Desde que empezara en 2018 el acoso y derribo contra organizaciones y universidades son ya más de 3.500 las que han acabado expulsadas del país o clausuradas.
«Por pedido de las autoridades nicaragüenses, el CICR ha cerrado sus oficinas en Managua, terminando así su misión humanitaria», precisó la entidad desde Ciudad de México. Ortega expulsó hace año y medio al delegado del CICR en su país.
«Ya no quieren tener a nadie adentro haciendo ni la más mínima presión por los derechos humanos. Mucho me temo que el modelo de radicalización que están siguiendo tiene muchas semejanzas con el cierre de los norcoreanos. Son sistemas totalitarios que intentan controlar incluso los aspectos de la vida cotidiana de la gente», corroboró a EL MUNDO la socióloga Elvira Cuadra, directora del Centro de Estudios Transdisciplinarios de Centroamérica.
El CICR alcanzó un acuerdo con el gobierno sandinista para visitar a los presos en las cárceles, atiborradas de prisioneros políticos desde que estallara en abril de 2018 la rebelión popular contra el gobierno. Pese a los destierros masivos, casi un centenar de reclusos permanecen hoy en las mazmorras de la revolución.
Entre las tareas del CICR también se encontraba el apoyo a la Cruz Roja local, pero nada queda de ella queda en pie hoy. El Parlamento revolucionario disolvió a la Cruz Roja en mayo, confiscó sus propiedades y la sustituyó por un organismo gubernamental, la Cruz Blanca de Nicaragua. Su delito: violar su neutralidad en las manifestaciones contra el gobierno.
El aislamiento y la radicalización, además de las continuas violaciones de derechos humanos, definen la deriva que la dictadura de Ortega ha impuesto a su sociedad para atornillarse en el poder. Los periodistas internacionales ya no son bienvenidos en el país centroamericano, pero hasta los turistas tienen restricciones a la hora de tomar imágenes del país.
Una Corea del Norte que va incluso más allá del control social: Ortega puso en marcha hace meses la apertura de una embajada en el país asiático, a la vez que confirmaba que su aliado establecerá en Managua la quinta embajada en las Américas, tras Venezuela, Cuba, Brasil y México. El elegido por Ortega para encabezar la embajada en Pionyang es Modesto Munguía, un desconocido activista sandinista.
«Daniel Ortega está estableciendo una especie de Corea del Norte tropicalizada», se lamentó Félix Maradiaga, uno de los excandidatos demócratas encarcelado y posteriormente desterrado a Estados Unidos.
Ortega tiene más motivos para sentirse cercano a Kim Jong-un. Tanto el líder sandinista como su mujer, la copresidenta Rosario Murillo, han apostado en imponer una especie de dinastía hereditaria para mantener el poder en el futuro. El clan de los Ortega Murillo maneja televisiones, radios, presupuestos públicos y organismos del gobierno. El elegido es Laureano Ortega Murillo, tenor en su tiempo libre, quien encabeza las trascendentales relaciones con Rusia y China.