Vladimir Putin y Kim Jong-un solo se han visto una vez cara a cara. Fue cerca de la frontera norcoreana, en la ciudad rusa de Vladivostok. Kim, vestido con gabardina y sombrero negro, cruzó en un tren blindado. Su colega ruso lo recibió con un apretón de manos en el campus de la Universidad Federal del Lejano Oriente. El encuentro fue en abril de 2019, un par de meses después de la fallida cumbre en Hanoi entre Kim y Donald Trump. Desde entonces, los líderes de Moscú y Pyongyang se han intercambiado cartas y continuos halagos. Pero no se han vuelto a ver en persona. Eso podría cambiar este mismo septiembre.

Vladivostok volverá a reunir a Putin y Kim. Es lo que desveló el lunes The New York Times. La cita podría ser a principios de la semana que viene en el campus universitario donde se celebra un foro económico. Allí, el ruso trataría de convencer a su homólogo norcoreano de que le vendiera municiones de artillería para su guerra en Ucrania.

Estados Unidos lleva todo el año advirtiendo que Corea del Norte está dispuesta a enviar armas a Rusia, si no lo está haciendo ya de manera indirecta. El portavoz de seguridad nacional de la Casa Blanca, John Kirby, aseguró hace unos meses que Pyongyang estaba canalizando de forma encubierta proyectiles de artillería para ayudar a Rusia en su invasión, concretamente entregando artillería al grupo Wagner. El régimen norcoreano lo negó, al igual que ya hizo el año pasado cuando desde Washington alertaron de que Moscú le estaba comprando «millones de cohetes y proyectiles de artillería».

El apoyo de Kim a la invasión rusa está siendo absoluto. «El pueblo ruso logró un gran éxito al llevar a cabo la justa causa de proteger su dignidad y la seguridad de su país, superando todo tipo de dificultades y problemas. El pueblo coreano les expresa todo su apoyo y aprobación», escribió Kim Jong-un a Putin en una de sus cartas.

Justo después de que Putin movilizara sus tropas sobre Ucrania, Corea del Norte fue uno de los cuatro países – junto con Eritrea, Bielorrusia y Siria – que se opusieron a la resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas que condenaba el ataque. Después, Moscú le devolvió el favor ejerciendo su poder de veto a nuevas sanciones por parte del Consejo de Seguridad de la ONU contra Pyongyang por su programa nuclear.

El pasado julio, el ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, estuvo de visita por Pyongyang. Como el Kremlin no anda sobrado de aliados internacionales, trata de mimar cada vez más la relación con el ermitaño vecino asiático. Shoigu, acompañado por Kim y por su homólogo norcoreano, Kang Sun-nam, paseó por una gran exposición de armas donde se exhibían nuevos diseños de drones de combate y misiles con capacidades nucleares. «Nuestro país respalda plenamente la batalla por la justicia de Rusia para proteger su soberanía. Los ejércitos de los dos países están en la misma trinchera en su lucha antiimperialista», manifestó Kang aquel día.

Cuando en los primeros días de la Guerra Fría se estableció la República Democrática Popular de Corea bajo el mando de Kim Il-sung, abuelo del actual Kim, Moscú fue el principal benefactor de Pyongyang, que dependió de la ayuda soviética durante décadas. Pero tras la caída de la URSS, que salpicó a la Corea comunista con una gran hambruna, China, en plena ebullición económica, ocupó el vacío.

Pekín es actualmente con diferencia el mayor socio comercial de Corea del Norte, aunque la segunda potencia mundial, sobre todo de puertas hacia dentro, siempre ha mantenido cierta distancia con un vecino al que considera incómodo e imprevisible.

Ahora, tras tres años sin que entraran suministros vitales al país por el total aislamiento de la pandemia, el régimen de Kim comienza poco a poco a abrir sus puertas a unos pocos aviones comerciales que en agosto salieron hacia China y Rusia. Pyongyang tiene hambre. Es incapaz de producir alimentos para sus 26 millones de habitantes. Por ello hay un interés mutuo en estrechar relaciones con Moscú.

La guerra en Ucrania ha obligado al Kremlin a buscar desesperadamente más armas, sobre todo las municiones que tan rápido está agotando. Mientras, Corea del Norte necesita con urgencia alimentos básicos y divisas para continuar financiando el desarrollo de los misiles balísticos intercontinentales con los que amenaza a Estados Unidos y a la vecina Corea del Sur.

El lunes, tras las informaciones sobre la reunión entre Putin y Kim, el Consejo de Seguridad Nacional de EEUU advirtió que han estado «avanzando activamente» las negociaciones sobre armas entre ambos países después la visita de Shoigu a Pyongyang. «Tenemos información de que Kim Jong-un espera que estas discusiones continúen», señaló.

Corea del Norte parece que comienza a entrar como pieza importante en una alianza contra Occidente que lleva tiempo buscando Rusia y que también incluye a China. El gigante asiático está enfrentado con Estados Unidos en múltiples frentes comerciales y geopolíticos. En cambio, a diferencia de Pyongyang, Pekín lleva 18 meses vendiendo un papel de neutralidad en la guerra en Ucrania, sin respaldar oficialmente en ningún momento el ataque del ejército ruso.